Nicolás Zuberman

La delantera del Escenario forma de memoria: Sbaraglia, Parrottino, Zuberman. Nos conocimos a los 18, en DeporTEA. Porque ya lo dijo Pinky Lavie, el personaje de Peter Capusotto: era esto o estudiar periodismo deportivo. Nos rencontramos en Tiempo Argentino, terminadas nuestras pasantías por distintos medios. De los tres fui el primero en llegar a Tiempo, gracias a otro amigo, Javi Schurman. Un milagro con 21 años recién cumplidos: un trabajo en blanco, de periodista, un sueldo, un diario nuevo, libertad para escribir, para firmar, compañeros de los que se aprende, a la hora del cierre se descorcha un vino y los domingos se cena después del último partido.

Al rato llegó Nacho. Unos meses después Beto. Pasamos juntos en este diario nuestra juventud y también esto que nos toca ahora: dar la pelea por lo que nos corresponde. Que nos paguen por trabajar, que nos respeten el laburo que hicimos a lo largo de estos seis años, que alguien se haga cargo de este verano de mierda que pasamos 200 familias. Un derecho básico por el que seguiremos pidiendo cada día. Porque ahora ya no sólo es la delantera del Escenario la que forma de memoria. En estos dos meses sin cobrar el sueldo la conexión es casi familiar entre todos: es lo que pasa cuando compartís una mañana arriba de un flete con un compañero con el que en estos seis años nunca habías pasado del «hola» o cuando se te va toda una tarde asando chorizos con otro colega del que sólo conocías su equipo de fútbol.

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