Llegó a su entrevista de trabajo en la calle Uriarte esperando que el vestido amplio y una cartera disimularan sus 6 meses de embarazo. Quería quedar.
Helena fue la primera hija de Tiempo. Tal vez algunos recuerden aquella carita que circuló en el mailing interno.
Como hacer una tira diaria (y compartir la Contratapa nada menos que con El Eternauta de Oesterheld y Solano López) le daba un poco de vértigo, le pidió consejo a Max Aguirre, uno de sus referentes. Todavía no me perdono haber llegado 24 horas tarde a la presentación del libro de Hija de vecina que editó Atlántida; más tarde el propio Divinsky quiso hacer un segundo volumen, antes de disolver su sociedad en De la Flor.
Odia a las babosas que se comen las plantas de su jardín, al que cuida con esmero, al igual que lo hace con su «monoambiente», tal como llama a su espacio en el diario.
Un proyecto sobre maternidad, Mama Riot, está tomando forma en la web, porque en estos años a Helena la siguieron Sofía y Federico. Entonces, los libros de Bukowski (de quien tomó prestado el Chinaski) o Boris Vian ya no están en su mesa de luz: hay termómetros, chupetes y crayones. Espera mudarse pronto a la casa que está construyendo en Benavidez. “Estoy feliz, tengo el mejor trabajo del mundo”, confesó una vez en una entrevista.
