Una edición de Tiempo para saltar el lock out que quedó corta frente a tanto fervor

La escena se repitió en cada uno de los nueve gazebos distribuuidos a lo largo del recorrido de la marcha del 24 de Marzo: en pocas horas se agotó una tirada de 35 mil ejemplares y el público lector que no lo podia encontrar se amargaba por perderse el número especial, pero se alegraba por el triunfo de los trabajadores. Una fuerte señal para los empresarios vaciadores.

el llamado de victor hugo
El llamado de Víctor Hugo: Convocada por Víctor Hugo, una señora indignada preguntó: «Ese Martínez vino a embromarlos, ¿no?». Conocía al detalle el conflicto, al igual que tantas personas, por la lucha, los 44 Por Más Tiempo, y la difusión por radio América. El conflicto gremial devino en político y se transformó en un fenómeno social.
era el mediodia y pasaba poca gente
Era el mediodía y pasaba poca gente: Al mediodía pasaba poca gente. La ansiedad por acelerar la venta nos ganaba y abordábamos a los grupitos que iban llegando para ir reduciendo las pilas de diarios. En los abrazos y la generosidad se percibía la disposición favorable. Cuando el viento decidió levantar el gazebo, ya habíamos vendido todo. Eran apenas las 4 de la tarde.
la tristeza de quedar afuera
La tristeza de quedar afuera: Mi primera tarea fue la de ahuyentar borrachos. Pero el primero que se acercó daba lástima echarlo. Estaba triste, su mujer le había dicho que no lo quería más. Se sintió aceptado por el hecho de ser escuchado, a tal punto de que se solidarizó con una cerveza, una picada, una bolsa de chizitos y hasta una pizza de $80. Pero tuvimos que rajarlo de nuestro gazebo. Desolado se sentó a terminar su pizza y su botella de cerveza frente a nosotros y noté en sus ojos lo mismo que sentimos nosotros hace tres meses: la tristeza de quedar afuera, sin entender por qué.
queriamos el papel
«Queríamos el papel»: «¿Tenés más diarios?», fue la frase más escuchada. Si confirmabas que se habían agotado, te respondían: “No te puedo creer”. Y aunque les avisabas que estaba en la Web, decepcionados respondían, “Sí, bueno, pero queríamos el papel”. Sí, no personas, corazones latiendo junto a los nuestros en las calles de la Memoria, la Verdad y la Justicia.
recuerdos de maestra
Recuerdos de maestra: Entre la gente que vino a comprar la edición especial de Tiempo llegó esta señora de la foto, que se presentó como la «Profesora de Szpolski». Nos contó que lo tuvo de alumno en el secundario, en la ORT. La mujer se llevó su ejemplar, nos dio ánimos y recordó a su ex alumno como «muy inteligente pero muy chanta».
Se agotaron en el camino
Se agotaron en el camino: Eran más de las cinco y la segunda marcha todavía no había empezado. Ya no quedaban diarios. Alguien avisó que llegarían más y dos compañeros fueron a buscarlos: consiguieron unos pocos y cuando emprendieron el regreso los manifestantes los detenían a cada paso para comprárselos. Llegaron con dos o tres.
se vivio una gesta
Se vivió una gesta: Cientos de miles de argentinos marcharon a las plazas del país. Y ahí, manifestando y mezclados entre los cientos de miles, los trabajadores de Tiempo Argentino vivieron una gesta con la edición especial que sacaron, en un firme acto de autogestión en defensa de sus derechos vulnerados.
tres mujeres
Tres mujeres: Las tres mujeres mayores llegaron, cansadas, pero contentas. No se conocían entre sí. Venían de Once, Caballito y Almagro. Sólo coincidían en la necesidad de comprar un ejemplar de Tiempo Argentino. Se fueron repartiendo fuerza y pidiendo que Tiempo vuelva.
botellas lanzadas al mar
Botellas lanzadas al mar: Un diario es una botella lanzada al mar. El que escribe no conoce el rostro, la mirada ni la voz del que recibirá el mensaje. Y algo similar le ocurre al que lee: casi nunca toma contacto con el mensajero. La maravillosa jornada del 24 de marzo hizo posible el encuentro entre los que escriben y los que leen, unidos por el objetivo común de que no se pierda esa botella lanzada al mar. El 24 de marzo fueron miles y miles de botellas entregadas en mano.
chicas llego tiempo
«Chicas, llegó tiempo»: A grito pelado, de canillita novato, salimos a vender el Tiempo Argentino por dentro de las columnas de los partidos politicos. En una de ellas, mayoritariamente formada por compañeras que parecian jubiladas, una gritó: «Chicas, llegó Tiempo Argentino», y 20 de ellas se acercaron con plata en la mano a pedir de a dos y de a tres diarios. Una dijo: «Yo sé por lo que están pasando, tienen que seguir porque a ustedes les va a ir bien. Los necesitamos».

Cerca de las ocho de la mañana del 24 de marzo, Martín se transformó en el primer comprador de la edición especial del diario Tiempo Argentino. Un número extraordinario que fue posible gracias al esfuerzo y al amor que le imprimieron sus trabajadores, en el marco de una jornada muy especial.

A 40 años del golpe de Estado cívico-militar que dio inicio a la dictadura más sangrienta de la que la Argentina tenga memoria, salieron a la calle 35 mil ejemplares de una publicación que terminó colmando y sobrepasando las expectativas del más optimista de los trabajadores del diario.

Es que así como Martín, los lectores de Tiempo Argentino, se acercaron a una Plaza de Mayo (y a sus alrededores) para decir, una vez más, “Nunca Más”, pero también para llevarse su ejemplar de Tiempo, que volvió al papel en una claro desafío al lockout patronal que imponen los empresarios Sergio Szpolski, Matías Garfunkel y Mariano Martínez Rojas desde principios de febrero.

En nueve puestos distribuidos a lo largo y ancho de la zona de influencia a la marcha que año tras año reclama Memoria, Verdad y Justicia, los trabajadores y trabajadores de Tiempo Argentino colocaron, en tiempo record, toda la producción que fue posible gracias a un acuerdo solidario con Gráfica Patricios.

Fue un contacto peculiar entre los lectores y los trabajadores del diario, que oficiaron de canillitas y que recibieron –sin intermediarios– el aliento, el afecto y los buenos deseos de los hombres y las mujeres a los que solían hablarles a través de las páginas de Tiempo Argentino. Tan fuerte resultó ser el vínculo entre quienes hacen el diario y sus receptores, que cuando estos últimos se acercaban a una de las carpas a buscar su ejemplar, y se encontraban con el cartel de “AGOTADO”, se retiraban con una sonrisa esbozando felicidad y los dos pulgares hacia arriba en señal de alegría plena. “Bueno, no importa. Mejor, porque lograron lo que querían”, repetían uno a uno los lectores que preguntaban si habría una nueva tirada. Y sí, la habrá: serán unos diez mil nuevos ejemplares para que quienes no pudieron llevarse el suyo, puedan tenerlo. En total se recaudaron 927 mil pesos, una cifra que sirvió para distribuirse entre los trabajadores del diario que no cobran salarios haces casi cuatro meses. Además, otra porción de lo recaudado se reinvertirá para sustentar el nuevo camino que afrontará este colectivo de trabajadores: la autogestión que pretende materializarse en una salida semanal impresa de Tiempo Argentino.

Entre los cientos de miles de personas que pasaron por la Plaza de Mayo el último 24 de marzo, desde muy temprano hasta las desconcentración, ya caída la noche, pasaron por los gazebos montados por los trabajadores de Tiempo Argentino una innumerable variedad de personajes.

Entre ellos, una señora se presentó como la maestra de Sergio Szpolski que compró Tiempo, transmitió ánimos y recordó a su ex alumno como “muy inteligente pero muy chanta”. En el mismo punto, en Florida y Diagonal Norte, un policía miraba un libro sobre Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo y desaparecida en 1977. «Está mujer murió de un infarto, ¿no?», preguntó el oficial con cinismo. «No, fue desaparecida», le contestaron en seco. Pero no hubo tiempo para amargarse, ya que en esa misma esquina, cerca del mediodía, cayó un canillita de lujo: Víctor Hugo Morales, quien estuvo durante cinco horas vendiendo y firmando ejemplares de Tiempo.
Con las yemas de los dedos bañadas en tinta, cuando todavía picaba el sol en la nuca, los mensajes de texto se cruzaban de una carpa a la otra: “No, no tengo más nada. ¿Allá quedó algo?”. La negativa volvía. Cuando la señal era mala o la batería insuficiente, había que caminar, no importaba cuánto. El motivo de la visita al gazebo (no siempre el más cercano) se diluía por un rato. Importaba, claro que importaba, si habían quedado o no ejemplares. Pero los abrazos, las lágrimas y la alegría de sentir el placer de la misión cumplida se robaban el momento. Lo dicho: Tiempo Argentino, su edición especial a 40 años del Golpe, se había agotado gracias al esfuerzo de un grupo de laburantes que resiste en una lucha que se guía por la convicción de alcanzar el triunfo.

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