Por Diego Igal – 17 de abril de 2011
Se habla mucho de aumento de la inversión en materia de educación y se dice que ahora hay que hablar de calidad. Para empezar, entonces, sería bueno saber qué concepto tiene cada uno sobre la calidad educativa.
Sileoni: -Hay un concepto bien complejo, que se puede simplificar y lleva naturalmente a lo que aprenden los alumnos en términos disciplinares (lengua, matemática, sociales, naturales), y seguro que es eso. Pero yo, como otros, pensamos que no es sólo eso porque también uno puede decir «hablemos de la calidad de un sistema educativo, no sólo de la biografía de un alumno». De un sistema educativo que tiene buenos salarios; buenas escuelas, en términos de construcción; que dejó las fotocopias e incorporó libros; que va a incorporar en diciembre del año que viene tres millones de netbooks; que recompuso la educación técnica; que no sólo genera mayores universidades, sino que les da presupuesto. Ahí hay también otro concepto y otra expresión de la calidad educativa y todo eso hay que incluirlo a un concepto de calidad educativa. Desde Nación, a partir de 2003, estamos haciendo un esfuerzo importante -las provincias acompañan-: no es lo mismo el 3% del PBI dedicado a Educación que 6,40%, uno de los más altos de Sudamérica. No nos conformamos con lo que los chicos aprenden y creemos que tienen que aprender mucho más. También creemos que todo este trabajo de estos últimos años, en torno a construir condiciones, necesariamente va a permitirnos con más claridad y capacidad, mejorar los aprendizajes de los alumnos. Nosotros, el otro día, no nos juntamos los ministros (en la reunión del consejo federal) para variar el concepto de calidad: discutimos el concepto de calidad, pero en realidad nos juntamos porque nos preocupa lo que aprenden los chicos. Esa es nuestra principal preocupación y sobre eso vamos a trabajar y nos parece que eso es lo que preanuncia el futuro inmediato de la educación y que la agenda va para ese lado.
-¿Hay consenso sobre esto, Bullrich?
Bullrich: -Hay un consenso y en la reunión dije que el hecho de que el Consejo Federal discuta el tema, es fundamental. Respecto del concepto de calidad, una cosa que la define fácilmente es que el perfil socioeconómico del alumno no indique el nivel de éxito en el sistema. Nosotros hoy tenemos un sistema donde -inclusive en pruebas nacionales e internacionales-, la variable socioeconómica define con casi más del 90% el éxito que va a tener el chico en el sistema educativo. Eso es un sistema educativo que no funciona porque lo que debería ser el sistema educativo es equiparar oportunidades.
-¿Eso no sucede?
EB: -No está sucediendo ni en la Ciudad y, en términos generales, en el país…
AS: -Ni en buena parte del mundo sucede…
EB: -Hay sistemas específicos que además se ven -Finlandia, por ejemplo-, donde la variable socioeconómica tiene una incidencia menor al 30%. Deberíamos tender hacia allí. Corea es un sistema donde la variable incide menos que en Finlandia. Creo que eso es parte del debate que el ministerio nacional trató de empezar a generar en la reunión pasada (del Consejo). No es tanto cómo se define calidad, sino qué factores afectan la calidad para que impacte tanto el progreso económico para modificarlo y trabajar sobre eso.
Oporto: -Entiendo la calidad como un concepto social. Creo en la calidad social, por lo tanto, no hay calidad si no hay inclusión. Uno puede decir algo muy sencillo: que calidad educativa es cuando todos los alumnos jóvenes entre tres y 18 pueden egresar de la escuela secundaria con un alto nivel de aprendizaje, cumpliéndolo en los ciclos: alfabetización temprana en el inicial, buena lectura y escritura en la primaria, no naturalizar que un alumno que sale de la primaria no lee ni escribe bien, y base de cálculos para poder aprender ciencias, y luego una formación de la secundaria que le permita abordar la lengua nacional, que amplíe su cultura general, que pueda abordar las ciencias, el mundo del arte y del deporte y que se forme como un ciudadano. Eso muchas veces no se mide: cuál es el valor de la formación ciudadana en la calidad educativa. Ahora, para lograr eso se necesitan buenos docentes y para que haya buenos docentes y para que haya alumnos que aprendan tiene que haber un Estado que genere condiciones materiales concretas para que esas dos cosas ocurran. Por eso cuando discuto salarios docentes, discuto calidad educativa, porque es imposible pensar calidad educativa con docentes mal pagos y mal considerados profesionalmente.
-Hasta ahora nadie usó la palabra «disciplina».
AS: -La palabra disciplina nosotros la usamos en otro sentido, y es una discusión muy interesante. Son conceptos que van de la mano: la autoridad es una autoridad situada. Si uno piensa que la autoridad se puede construir del modo que yo -que soy del (año) ’52- la viví en la escuela, la está pifiando, porque ni siquiera la autoridad del padre hacia su hijo es igual a la que era cuando nosotros teníamos 15 años. La autoridad antes estaba otorgada por el título y la función. Yo me paraba cuando entraba un profesor y ante cualquier profesor. Hoy la construcción de la autoridad es otra cosa, se construye con el ejemplo cotidiano de todos los días, de trabajo, de respeto hacia los pibes, así que ahí hay una clave…
EB: – Vamos a disentir…
-Era hora, por fin algo picante (risas).
AS: -Dejame decir esto. La escuela es una institución gobernada por adultos, no creo que la deba gobernar una asamblea de alumnos y docentes. Estoy diciendo…
EB: -… me hace disentir menos (risas).
AS: -… no pará, porque siempre a uno lo dejan en el lado del facilismo y no es así. Primero, creo que debe existir la autoridad, pero nosotros hacemos un tránsito de lo que es un sistema de disciplina a lo que es un sistema de convivencia, porque en la escuela no se puede usar el telefonito. ¿Quién no lo puede usar? ¿Los alumnos nada más o todos no lo pueden usar? No se puede faltar. ¿Quién no puede faltar? El docente no puede faltar, el alumno tampoco.
EB: -Creo claramente que el sistema funciona con un sistema en donde hay una autoridad que es necesaria. Realmente creo que no puede haber una escuela de calidad sin autoridad. Coincido en que la construcción de autoridad debe ser diferente, que no es una autoridad que se fija por norma y nada más. Pero sí creo que hay un rol donde el Estado vació de autoridad la escuela; que en los últimos 20 años abandonó al docente y a los directivos y dejó casi -la palabra «indefenso» es fuerte-, pero en muchos casos, los hemos dejado sin las herramientas necesarias; conformes con que estuvieran los chicos en la escuela y que era un objetivo muy válido. Hay una pérdida de la figura del maestro y el profesor que decía recién Alberto, porque yo también me paraba -no soy del ’52 -cuando entraba el profesor y me gustaría que pasara eso porque creo que el maestro-profesor tiene que revalorizarse para que volvamos a convocar a la carrera docente a más alumnos.
-¿Quiere que los alumnos se paren de nuevo?
EB: -Es importante que se recupere el valor de la palabra «maestro» y «profesor» como una imagen dentro de la sociedad, que vuelva a ser un factor y una figura preponderante. Por otro lado, creo que los sistemas de consejo de convivencia en la Ciudad fracasaron. Es parte de lo que se ha perdido en términos de autoridad, porque le ha sacado mucho de la dirección del proyecto educativo al propio directivo que ha hecho una cosa más asamblearia. Esto ha atentado contra la posibilidad de que el propio directivo sea el propio directivo y dirija el proyecto escuela.
MO: -Cuando era docente trataba de que no se pararan los alumnos cuando entraba a un aula, porque mi relación con ellos formaba parte de la relación que tengo con la gente en forma permanente. En la provincia, los acuerdos de convivencia son una superación cualitativa del régimen de amonestaciones que no contemplaban ningún matiz de la relación institucional. La humanidad va evolucionando. Pasamos del castigo corporal a la amonestación, de la amonestación a una convivencia que creo que no le quita autoridad al director, lo fortalece. Se fortalece el que distribuye poder, no el que acumula.
EB: -Si sabe ejercerlo.
MO: -Desde ya. Creo que para los chicos de la escuela secundaria es una excelente práctica democrática también, teniendo en claro que la autoridad es el director; no es una institución de pares la escuela…
-Bullrich, ¿comparte?
EB: -La teoría como está planteada parece muy linda, pero la realidad es que termina siendo una discusión de pares.
-¿Cuáles creen que serían buenos parámetros para medir la calidad?
EB: -Para mí, el día que la variable socioeconómica no sea un factor de influencia en el éxito de un chico, en lo que sea y en lo que quiera, ese día lo habremos logrado. Que se reduzca el valor y la relevancia de la variable socioeconómica en el éxito del chico, en todo sentido.
AS: -Esa variable es clara: somos la primera generación como sociedad, no sólo como funcionarios que queremos que nuestros hijos vayan 13 años a la escuela, y no a cualquier escuela: a la mejor escuela. Y ese es un desafío inédito, porque la universalización de la educación -hasta hace pocos años- terminaba en la primaria. Lo que era universal allá por los ’60, era que nuestros hijos terminaran la primaria. Hoy la sociedad quiere otra cosa. Hay algunas opiniones que cuando se habla de autoridad o qué hay que hacer con los alumnos que no van, dicen que hay que excluirlos del sistema educativo. No es posible esto. Tenemos 11 millones de alumnos. Podríamos hacer una educación extraordinaria para 8 millones. Y no debe ser así. Tenemos que hacer la mejor educación para los 11 millones. La Asignación Universal por Hijo, también es una noticia educativa. Y nos queda mucho por hacer, en una agenda más fina. Hay quienes afirman que la educación siempre está en crisis, y eso es una mentira. Esta agenda es mucho más fina y este sistema educativo que dejamos tiene menos urgencias que el que tomamos en 2003.
MO: -Llevamos muchos años de progreso en educación, y buscamos elevar los resultados del aprendizaje. Creo que una sociedad es más justa cuando la herencia social supera la herencia familiar en el destino de la gente, y no hay mejor herencia social que educar. Tenemos que lograr que los docentes den buenas clases; ser exigentes y que la escuela brinde posibilidades. Tengo dudas profundas, tan profundas que casi son certeza, que hay que evitar la repitencia en primer grado.
AS: -Una reflexión final: aquellos que ven el simplismo de que el chico que no sabe se tiene que ir, son unos irresponsables. Porque al otro día van a decir que el Estado mejore la seguridad. Los pibes no se pueden ir a la esquina. Cuando hace 20 años los pibes se iban de la escuela, tenían un destino. Hoy no hay destino fuera de la escuela. La escuela tiene que incluir, no a cualquier costo, porque el destino de los pibes no puede ser la esquina.