Por Roberto Parrottino
La nueva casaca de Central Ballester, club de Primera D, lleva en el pecho una imagen que recuerda los fusilamientos de civiles en 1956 por parte de la Revolución Libertadora. «Quería hacer algo que genere pertenencia con el barrio», dice Ezequiel Rodríguez, quien diseñó la prenda de la entidad de José León Suárez, donde tuvo lugar la masacre.
Dobla al norte, hacia José León Suárez, se interna en una zona semipoblada, donde sólo hay baldíos de tres o cuatro cuadras”, lee Luis Orquera, el Gori, una institución en Central Ballester, futuro presidente. “De un lado la calle tiene una hilera de eucaliptus, que se recortan altos y tristes contra el cielo estrellado. Del otro, a la izquierda, se extiende un amplio baldío, un depósito de escorias, el siniestro basural”, continúa Leandro Doval, jugador de la Primera. “Por el borde del baldío hacen caminar a los detenidos. Los vigilantes los empujan con los cañones de los fusiles. La camioneta entra en la calle y les alumbra las espaldas con los faros. Ha llegado el momento…”, extrema el relato Pablo Ventrice, asistente del plantel.
En La Curva Resto Bar, en la presentación de la nueva camiseta de Central Ballester, se recorren a través de un video fragmentos de Operación Masacre, el libro del periodista Rodolfo Walsh que reconstruye los fusilamientos de la autodenominada Revolución Libertadora en José León Suárez. La camiseta suplente de Central Ballester, club de la D, la quinta y última categoría del fútbol argentino de Ascenso, es un homenaje: en el pecho, un hombre con los brazos extendidos, con la camisa arremangada, es apuntado desde los costados, y espera el refucilo. El final.
“Como soy diseñador gráfico, tenía el plan de hacer la ropa del equipo”, cuenta Ezequiel Rodríguez, jefe de prensa del club, desde el Puerto de Frutos de Tigre, mientras lidia con los clientes del local de conservas, embutidos y frutas secas. “Y quería hacer algo que genere pertenencia con la localidad, con el barrio, una actitud. En la Comisión Directiva tenemos gente que trabaja desde diferentes ángulos las problemáticas del barrio. Uno es docente, el otro carnicero, otra chica trabaja en la asistencia a víctimas de violencia de género y la mujer. Estamos al tanto de lo que pasa en los barrios carenciados”. Rodríguez explica que el diseño de la camiseta partió del óleo sobre lienzo del pintor español Francisco de Goya, que ilustra los fusilamientos de las tropas francesas de Napoleón a los españoles sublevados por la ocupación en 1808. La pintura fue utilizada como tapa de Operación Masacre, editado en 1957, después de que se publicara en relatos en el diario Mayoría. El texto narra, en clave de no ficción, el asesinato de siete civiles el 9 de junio de 1956, en el marco de la resistencia peronista a la dictadura. De los detenidos, cinco escaparon. Walsh inició la investigación a partir de una frase que escuchó en un bar de La Plata: “Hay un fusilado que vive”. Rodríguez agrega: “También tiene que ver con que esa pintura se resignificó. Agarré la tapa de ¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado, el disco de los Redonditos de Ricota, en la que los que fusilan son de la Cruz Roja. Los Redondos tienen esas letras, esos códigos que muchos a veces no se entienden, pero que un pibe de la villa sabe decodificar. Eso es increíble”.
Desde el martes, el día de la presentación, los mensajes privados al Facebook Prensa Central Ballester entran uno tras otro. Piden la camiseta. Desde España, Chile, las provincias argentinas. “Es gente que no tiene casi nada que ver con el fútbol -apunta Rodríguez-; de Río Negro, un docente nos pidió la camiseta y le dije que todavía no la tenemos. Me respondió: ‘Espero que por favor la tengan para antes del 24 de marzo, porque quiero mostrársela a los alumnos en la clase del Día de la Memoria’. Me hizo emocionar”. En la temporada 2013/14, Central Ballester tuvo en la camiseta alternativa el rostro de José de San Martín: es el único club originario del partido bonaerense de San Martín. Después de perder la cancha -fue loteada y ocupada por los vecinos sin techo en 1996-, el Canalla levanta ahora el nuevo estadio en Sarratea y Camino Del Buen Ayre, José León Suárez, otro motivo para el recuerdo de los asesinados por la Revolución Fusiladora. En junio se cumplirán 60 años del hecho. Desde el club ya contactaron a algunos descendientes de los fusilados. Quieren entregarles una plaqueta antes de un partido.
Porque el fútbol -el deporte- no ocupa lugar: son emociones. Horacio Di Chiano, sobreviviente de los fusiles, compró el diario aquel 9 de junio de 1956 en Retiro, se subió al tren Belgrano y repasó las noticias. En Operación Masacre, Walsh apunta: “San Lorenzo derrota a Huracán en un encuentro anticipado del campeonato de fútbol”. Don Horacio, antes de entrar a su casa en el barrio de Florida, se encontró con Miguel Ángel Giunta, su vecino, y lo invitó a escuchar la pelea por el título sudamericano mediano entre Eduardo Lausse y el chileno Humberto Loayza, por Radio Splendid, desde la voz de Fioravanti. La policía los detuvo esa noche, mientras el general peronista Juan José Valle encabezaba el levantamiento contra la dictadura de Pedro Aramburu.
“Y hay un detalle que no quiero olvidar”, retoma Ezequiel Rodríguez. “Hay un muchacho que vive en La Cárcova, Nelson Serrudo, que trabaja con su mujer en el merendero El Progreso y suele hacer los asados para el plantel y cuerpo técnico. Él me dijo: ‘Tenés que hacer la camiseta así porque todavía esto sigue pasando’”. Esto: el 3 de febrero de 2010, luego de que descarrilara un tren con alimentos y se acercaran los vecinos de La Cárcova, la policía bonaerense reprimió y mató con balas de plomo a Franco Almirón, de 16 años, y a Mauricio Ramos, de 17. Habían salido en bicicleta hacia el basural de José León Suarez, el predio del CEAMSE. Buscaban, como tantos otros, chatarra para vender.