Por Juan Manuel Strassburger
“Es mi disco más personal hasta el momento”, dice Jorgelina Alemán sobre Morena, su nuevo álbum, que como los anteriores incluye versiones de standards de jazz y blues, pero también temas propios o composiciones ajenas especialmente creadas para la ocasión. “Si bien todavía sigo identificada con el idioma del jazz y del blues, y pienso que siempre lo estaré, con Morena descubrí lo que es llegar al público con nuestro idioma. Es otra cosa”, subraya esta admiradora de Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan y Billy Holliday previo a la presentación que realizó en el Boris con su banda de piano, guitarra acústica, guitarra eléctrica, bajo, coros y batería.
“Morena es un disco muy ecléctico, que fusiona diferentes corrientes de la música negra que siempre me interesaron y que son mi influencia”, describe Jorgelina y se muestra agradecida de haber podido trabajar junto al recientemente fallecido Negro García López durante la grabación. “Lo conocía a partir de un amigo en común. Se formó una linda amistad. Cuando vino se puso al hombro la grabación de este disco, le dio unos toques personales suyos y se conectó mucho con mi música. Al punto que hasta empezamos a planear un álbum de blues en español. Lamentablemente no pudo ser”.
–¿Cómo ves la escena de música negra local?
–Hay mucho movimiento. Nuevas generaciones que están haciendo más una fusión, o tratando de hacer sus temas propios. Quizá falta que ese trabajo llegue más al público. Porque una cosa es hacer tu propia música y otra es poder comunicarla. Yo trato de tener en cuenta las dos cosas y alcanzar una identidad propia, que siempre es lo que más cuesta. Vos vas a escuchar hoy a una cantante y enseguida ves que es parecida a tal o cual, y mi idea es salir de eso. Que en tu interpretación puedas contar más de tu vida.
–¿Qué recuerdo tenés de tu abuelo, el legendario Oscar Alemán?
-Lindísimo. Muy de nieta y abuelo. Siempre con su bata y contándome de sus anécdotas en Francia. En una época en la que estaba más bien aplacado. Recuerdo que en su estudio tenía muchos muñequitos de negritos, siempre esa cosa afrodescendiente muy presente, además de sus guitarras y sus premios. Para mí era visitar esa casa, charlar y vivir un momento mágico. No le gustaba mucho enseñar, me tenía poca paciencia, pero era un placer escuchar y compartir música con él.