Por Alberto López Girondo
A una semana del primer comicio que perdió Evo Morales desde que llegó al poder en Bolivia, en enero de 2006, los dos temas de debate en el país del altiplano son, en ese orden, el embate de los medios y de la derecha, que presagian el final abrupto del proceso revolucionario y la existencia de un hijo ilegítimo del mandatario con una mujer que actualmente es gerenta de una empresa china.
El resultado del referéndum con el que Morales esperaba reformar la constitución del Estado Plurinacional por él promovida, en 2009, fue lo suficientemente ajustado como para no hablar de una derrota fulminante, 51,27 a 48,73 por ciento. Fue casi un empate bien lejos del estrepitoso golpe del chavismo en las parlamentarias de diciembre pasado. Pero en un escenario continental donde la derecha antipopulista viene ganando elecciones, era obvio que este traspié fuera leído desde el establishment y desde sus medios dominantes como un nuevo avance para revertir esta década larga de gobiernos progresistas. Y justo en el corazón de América Latina y ante el proceso, junto al venezolano, que más había logrado reconvertir las instituciones en beneficio de los desposeídos.
Es cierto que el gobernante MAS no había perdido ninguna elección desde entonces y de hecho siempre ganó con un promedio de 60% de los votos. Pero no es verdad que Morales se haya mantenido invicto hasta el domingo pasado. En realidad, ya había perdido las presidenciales de 2002 a manos de Gonzalo Sánchez de Lozada -el dirigente criado en Estados Unidos que habla castellano con notable acento «gringo»- quien duraría en el cargo lo que un suspiro tras las políticas ultra-neoliberales que aplicó.
Más allá de estos detalles, es bueno recordar que el propio Hugo Chávez Frías perdió un referéndum para reformar la constitución por él creada para poder ser reelecto, en 2007. Y que luego de ese único tropiezo ganó todos los comicios posteriores, incluso el que le permitió un nuevo período presidencial, en 2012. De allí las palabras de Morales tras reconocer el resultado adverso: «Se perdió una batalla, pero no la guerra».
La importancia de esta consulta popular, que se adelanta en tres años a las futuras presidenciales, que serán en 2919, radica en que precisamente por ser un país rodeado de naciones ahora envueltas en sus propias problemáticas -en Brasil con el acoso de la oposición conservadora y en la Argentina, con el triunfo de Mauricio Macri- debía dar señales de previsibilidad.
Hace unos meses Morales hizo una gira por Europa para buscar inversiones. Bolivia creció y consolidó un modelo económico exitoso como nunca había ocurrido en los 180 años de independencia, conducido por el primer presidente de raíz indígena. Pero el entorno regional y la crisis mundial, debido a la baja de sus principales productos de exportación, como son los hidrocarburos y los recursos mineros, ponen en jaque esa misma espiral creciente.
Hasta los medios y los analistas más derechosos reconocen el éxito en la gestión del MAS. Es que a pesar de haber expropiado algunas de sus empresas de servicios durante este gobierno, los inversores cuentan con horizontes de crecimiento y ganancias que los mercados agradecen: un estado fuerte y bien administrado, una sociedad con expectativas de crecimiento pero sobre todo sin conflictos sociales.
En esa gira, y tras un encuentro con la líder alemana Angela Merkel -desde 2005 jefa de gobierno alemán y aspira a lograr su cuarto mandato en 2017, algo que en Europa no llama la atención- Morales se preguntó por qué si en el viejo continente los dirigentes no tienen límite para su gestión él no podría hacer lo propio en Bolivia. Desde el punto de vista retórico, el argumento es cierto, pero en la práctica hay algunas diferencias entre los gobiernos parlamentarios a la usanza europea y los presidencialistas calcados del modelo estadounidense que pululan en nuestra región. Los americanos, sin distinciones, no aceptamos las monarquías, salvo en los cuentos infantiles o para la festividad del 6 de enero.
El primer ministro con poder ejecutivo y un parlamento detrás, bajo la sombra de un monarca o un presidente que garantice la institucionalidad en caso de crisis, es una respuesta europea a los problemas europeos. Un sistema que en Argentina alguna ver propuso el presidente Raúl Alfonsín y que suele alentar el ex juez supremo Raúl Zaffaroni.
Quizás entre las razones para que más de la mitad de los bolivianos hayan dicho NO a una nueva reelección de Morales esté el hastío por liderazgos de largo aliento, aún a pesar de que todos reconocen el avance que los ciudadanos lograron desde la llegada de Morales al Palacio Quemado. Sobre esta percepción es que se montó una furiosa campaña en los medios concentrados de información acerca de las bondades de la alternancia en el poder. Algo que la realidad desmiente: sólo basta mirar la encrucijada en que se sumergió España con la ruptura del bipartidismo el 20D de 2015.
Morales y sus partidarios se mostraron particularmente afectados por el embate furioso de los medios. Pero es bueno recordar que alguna vez Juan Domingo Perón se burló del rol de los medios en la política al decir que «en 1955, con toda la prensa a favor, nos echaron. En 1973, con toda la prensa y los medios en contra, volvimos». De todas maneras, habrá que admitir que influyen.
Aquí viene a cuento mencionar el viejo recurso de socavar la credibilidad de un líder político ventilando trapitos personales al sol en medio de un comicio. Gabriela Zapata, quien fue pareja del presidente entre 2005 y 2007, habría tenido un hijo con él del que hasta ahora no se tenía noticia. Entre otras razones porque según informó el presidente, el niño habría muerto al nacer. El caso salió a la luz a través de un periodista, Carlos Valverde, sindicato como agente de inteligencia de gobiernos de derecha. Y salió justo tan oportunamente como para enchastrar al mandatario unos días antes del referéndum del 21F. Morales es soltero y tiene otros tres hijos reconocidos con dos mujeres distintas. El tema de debate ahora es que la familia de Zapata, detenida por la justicia porque la denuncia original habla de tráfico de influencias, asegura que el pequeño no murió. Evo asegura que a él le dijeron que había muerto. Las dos cosas pueden ser ciertas.
Los hijos no reconocidos de presidentes no son algo extraño en la política del todo el mundo. Y sino que lo diga Anne Pingeot, que tuvo una hija con el ex presidente francés François Mitterrand de la que se supo recién cuando el líder socialista dejó el cargo, en 1995. En Paraguay, las primeras acusaciones contra Fernando Lugo ni bien llegó al poder es que tenía varios hijos no reconocidos con sendas mujeres. Lugo, de tendencia centroizquierdista, había sido obispo en la región de San Pedro y el hecho daba para hablar de la hipocresía de un representante de la iglesia que prometía cambiar el orden socioeconómico en ese empobrecido país. Pero el caso fue ventilado por los que se niegan a perder prebendas centenarias que incluyen, en muchos casos, el medieval «derecho de pernada».
En Brasil, Lula perdió la segunda vuelta de 1989 ante un personaje construido por O Globo con técnicas sutiles de marketing electoral , Fernando Collor de Mello, quien tuvo que renunciar dos años más tarde por corrupción. Días antes del balotaje, la cadena O Globo invitó a Miriam Cordero, una enfermera con la que Lula había tenido una relación antes de su segundo casamiento y con la que había tenido un hijo. Ante las cámaras, Cordero aseguró que el dirigente metalúrgico le había pedido que abortara. Un escándalo en el país católico más grande del mundo.
Pero ahora se conoció un escándalo mucho más grande y duradero que salpica al ex presidente Fernando Henrique Cardoso, quien tuvo una relación extramatrimonial con la periodista de O Globo –cuándo no- Mariam Dutra. La mujer denunció que el viejo líder político que reclama la renuncia de Dilma Rousseff por casos de corrupción que publican los medios y se muestra como hombre venerable y digno no solo le hizo abortar en dos ocasiones sino que cuando nació su hijo, hace 25 años, se las arregló para que madre e hijo viajaran a Europa, lejos de los focos de la prensa, y armó una estructura ilegal para financiar los gastos de ambos.
La protección mediática que tuvo Mitterrand mientras tuvo poder es comparable a la de Cardoso en un cuarto de siglo. Los ataques mediáticos que sufrió Lula desde que quiso ser presidente trocaron ahora a presuntos casos de corrupción en los que se implica a uno de sus hijos. Ni que decir los ataques contra Evo cuando era simplemente un dirigente cocalero. Son los mismos ahora que quiere un nuevo mandato para garantizar continuidad a un proyecto político revolucionario. Y que sufrirá su hija Evaliz, si verdaderamente se ofrece como garante de ese proceso en 2019.