A fin de 2009 decidí renunciar a Clarín y no volver nunca más ahí. No tenía trabajo y, el primero que pintó, fue participar de un magazine en un canal nuevo de noticias: CN23. Hice una prueba de cámara que, afortunadamente, no le gustó a nadie. Entonces, me enteré de que Sergio Szpolski, además, estaba por lanzar un diario nacional: Tiempo Argentino.
En enero de 2010, la redacción ya estaba armada y funcionando en la calle Uriarte. A pesar de eso, cuando le pedí trabajo, María Sucarrat me ofreció escribir críticas de televisión, para el suplemento Espectáculos. Así arranqué antes de que se hubiera definido el diseño final que tendría Tiempo.
Con el correr de las ediciones, Mónica López Ocón me abrió también las puertas de la sección Cultura. Además de entrevistas, reseñas, alguna que otra crítica de película y textos de contratapa, llevo publicadas 298 columnas sobre series, miniseries, tiras y novelas que se estrenaron a lo largo de los últimos seis años.
Esto a un costado, escribir en Tiempo Argentino significó una experiencia inusual en Argentina: los periodistas fuimos parte de un proyecto editorial que respondió a la necesidad de desconcentrar la información. En este aspecto, Tiempo representó no una voz nueva, sino una voz que faltaba. Y cada uno de nosotros, redactores y reporteros gráficos, le pusimos palabra e imagen a esa voz que ensayó otra versión de la historia.
Eso hicimos. Eso somos. Eso quiero seguir siendo. Una redactora de Tiempo Argentino.