Por Jonathan Raed – 19 de octubre de 2013
Se puede disentir. Se puede tener una charla amena, aun en el disenso. Se puede escuchar, interpretar, pensar, elaborar una respuesta y seguir la discusión. Pero para que exista el disenso, deben existir al menos dos posturas. Si una de esos dos frentes es silenciado, ninguneado, bastardeado y aplastado se hace imposible el disenso. Como resultado se obtiene un pensamiento único, que no es otra cosa que la expresión fascista de una postura dominante. Para que exista la discusión, debe existir Tiempo Argentino.
De la misma manera en que alguien invita a un amigo a casa con la excusa de juntarse a ver un partido de fútbol, El Gráfico Diario se sentó a charlar con el filósofo Darío Sztajnszrajber bajo el pretexto de la pelota. El conductor del ciclo de el Canal Encuentro, Mentira la verdad: filosofía a martillazos, se hizo un espacio para sentarse en un bar. Pidió un plato de fideos y la pelota empezó a rodar.
–¿Por qué utilizamos al fútbol como excusa para juntarnos con amigos?
–Hay muchos catalizadores sociales que se transforman en medio para otra cosa. Pero al mismo tiempo denuncian la imposibilidad de conectar con el otro de una manera vincular directa. Se da una dualidad: por un lado sirve para juntarnos, pero por otro lado contamina la juntada. Y más cuando se trata de fútbol, que tiene ese elemento más nocivo, por el fanatismo, por las peleas.
–Una de las cosas que separan en el fútbol son las ideologías, como lo que en Argentina se llama bilardismo y menottismo…
–No conozco a ningún hincha de Estudiantes que no sea bilardista. ¡Pero está mal! No debiera ser tan condicionante. Lo más importante del fútbol es el resultado. Eso no me convierte en resultadista, desde un punto de vista estético. No tiene que ser juzgado en términos morales. La esencia de una competencia es ver quién gana. Me encanta el fútbol lindo, los caños. Sólo digo que no hace al propósito final. Tampoco creo que todo valga para ganar.
Sztajnszrajber parte de uno de los extremos, pero no se queda atado y, además de relativizar los conceptos ya establecidos, agrega otro: “Hay un lirismo de la estrategia”, asegura y explica: “Está bueno ver cómo se plantean las tácticas. Así como disfruto de un caño, también disfruto de ver un equipo que, en inferioridad de condiciones previas, encuentra la manera de bloquear al equipo supuestamente superior y ganarle de contraataque. Eso me genera admiración estética. Es un placer verlo.”
Como buen filósofo, escapa a las verdades absolutas. “Coincido en que trasciende los nombres, que hoy son más mitos fundacionales. Hoy seguimos discutiendo resultadismo versus lirismo. Pero todo pasa en el medio de esos dos polos. La falacia es pensar en extremos y la estigmatización es negativa de los dos lados.”
–Muchas veces renegaste de la “dictadura de la eficacia”, pero esto se contradice con tu manera de ver el fútbol.
–Hay una mirada estigmatizadora de cómo veo el fútbol: quienes decimos que el propósito del fútbol es ganar, pensamos que ese ganar sólo se alcanza con bidones o agujas. Eso no es real. Si lo que vale es el juego lírico, no debería definirse quién gana por la cantidad de goles. En El Gráfico Diario ponen un resultado moral. Deberíamos cambiar las reglas. Poner un jurado… Porque en definitiva, proponen eso. Proponen determinar quién juega mejor. Y ese mejor, no lo miden en el sentido de quién articula mejor a su equipo para meter más goles, sino que dotan al fútbol de cierta artística habilidosa. No creo que Menotti piense esto. No creo que los protagonistas del fútbol llamados menottistas piensen esto. Hay una ideología que se autoproclama menottista, que ni Menotti la bancaría. Hay un mito extremista que crean. Hay algo en esa manera de pensar el fútbol que no cierra. Es hasta una actitud de expiación de culpa. Les duele tanto asumir que en el fútbol se gana o se pierde, que hablan de un tipo de verdadero fútbol genuino, como si fuese un fútbol al que no le importara el resultado. Es una actitud de moralina.
–Así como es una chicana del menottista al bilardista apelar a la trampa, también es una chicana del bilardista al menottista el decir “es hipócrita que no te importe el resultado”. A nadie que participe en una competencia deportiva puede no importarle el resultado. Ahora, hay maneras y maneras de llegar a ese resultado.
–Los menottistas valoran más el proceso con el cual se llega al triunfo. Pero la manera bilardista de ganar es estigmatizada. A mí no me importa la eficacia. Me importa el fútbol, donde lo que importa es el resultado, básicamente. Entonces, ¿dónde está el eficientista? Lo que se llama eficientismo sale de la naturaleza del fútbol. Hay quienes tienen una lectura más de “me gusta ver a mi equipo yendo para adelante”. Yo prefiero no asumir riesgos. Me gusta ver cómo se para un equipo que prioriza cerrar su arco. Me pone muy nervioso ver que mi equipo quede desguarnecido en defensa. ¡Esa adrenalina me hace mal! Entonces, me gustan más los técnicos que cierran mejor atrás. Ahora, si te tirás atrás e igual te llenan de jugadas de peligro, está mal.
–¿Ves más probable que un equipo gane cuidando primero el arco propio que yendo a buscar el rival?
–Depende el caso. Si tenés jugadores como los de Barcelona, plantear un Barcelona desde un esquema defensivista me parece un papelón.
–Hay equipos como Chelsea que tienen un presupuesto tan grande como el de Barcelona y hacen otra cosa.
–El que apuesta a Mourinho sabe a lo que apuesta. ¿Por qué contrataron a Mourinho? Porque evidentemente con otros esquemas no les fue muy bien.
–¿Cómo ves a la Selección que dirige Sabella? Tiene cuatro jugadores que sólo se dedican a atacar.
–La gran valía de Sabella es haber conformado un equipo en función de esos cuatro jugadores. En particular de uno. Es fácil ir contra Sabella con los tapones de punta diciendo “Sólo existe porque está Messi.” Pero olvidamos que Messi tuvo otros técnicos en la Selección con los que no anduvo. Y en esa virtud, hay algo del bilardismo. No creo que el bilardismo sea sólo resultadismo. Vamos a redefinirlo: tiene que ver con no estar atado a ningún esquema prederteminado, sino ser muy consciente de qué es lo que conviene, con el plantel que tenés y en función de contra quién jugás para ganar el partido. Y si eso no es lo que dice Bilardo, no me importa. ¡Es un problema de Bilardo! (se ríe).
Por la mitad del segundo tiempo, habilita la entrada de los fideos. Pero le cuesta concentrarse en el plato. Levanta la cabeza y define: “El problema es pensar al fútbol como arte. El arte no es resultado. No voy a ver una obra de arte en términos productivistas o eficientistas. De la misma forma, me cuesta pensar un deporte competitivo en términos de merecimientos. Le huyo al discurso del merecimiento. En la política, en la vida, en la sociedad, en el fútbol. En nombre de la meritocracia se han impuesto los regímenes más conservadores, donde el pobre es pobre porque se lo merece. Siempre el merecimiento está del lado de los poderosos.
–La filosofía y el fútbol, ¿tienen alguna relación?
–Mmm… son mis dos grandes pasiones, empiezan con f… no es poco –se ríe–. Lo que me aporta la filosofía para pensar al fútbol en relación con la sociedad, es que ese resultadismo sería muy pobre para pensar la vida. Uno en el fútbol saca a relucir la competencia y coloca ahí una parte de uno que, mejor ponerla ahí que en otro lado.
–Como una válvula de escape.
–Claro. Mejor ahí que en la política o en lo afectivo. Lo que no me gusta es que me llamen anti-fútbol. Porque eso indica que no valgo como ser en el fútbol; que estoy en el fútbol para destruirlo. Lo demás es discutible.