Por Julia Izumi – 29 de septiembre de 2012
Una crónica del trabajo de la Tupac Amaru y una entrevista a su líder, Milagro Sala, al cumplirse el decimotercer aniversario de la creación de la organización social jujeña. Vale la pena tener en cuenta sus palabras en momentos en que Sala se convirtió en la primera presa política del nuevo gobierno y el reclamo por su liberación se extiende por el mundo.
Un tema, entre tantos otros, mantiene por estos días ocupada a Milagro Sala, la líder de la Tupac Amaru: el 13 de octubre la organización cumple 13 años de presencia en las calles y piensa celebrarlos con una semana de actividades que tendrá como momento central un mega acto en el estadio de Gimnasia y Esgrima de Jujuy que, de paso, marcará el lanzamiento en la provincia norteña de Unidos y Organizados.
Es el mediodía del viernes y Sala está parada frente a cientos de delegados de la organización en una asamblea convocada para organizar los festejos y el acto central en el que esperan recibir a 28 agrupaciones que conforman la red de organizaciones sociales. Discuten cómo van a movilizarse, de qué manera asegurar baños, agua caliente y servicios básicos para los miles de jujeños e invitados que llegarán esa semana. Matiza su discurso con bromas y anecdotario, hasta que los conmina a pintar las casas, reforzar la limpieza de las calles de los barrios, y hasta gastarse unos pesitos para comprarse ropa nueva: «Nosotros no formamos un pelotón de desocupados, nosotros formamos conciencia», les dice en un momento, después de advertirles divertida: «Cuando uno deja caer la casa, es la imagen de uno mismo. Vengan bien presentables, ¡el agua no mata, abre los poros!»
La Tupac Amaru y su red de organizaciones sociales es hoy el tercer empleador de Jujuy, después del Estado provincial y la empresa Ledesma. Generadora de entre 3900 y 4000 empleos directos –a través de las cooperativas de viviendas, el taller textil, la fábrica metalúrgica y la de estructuras de hierro–, y del doble de empleos indirectos, se estima en cerca de un tercio su contribución al Producto Bruto Interno (PBI) de la provincia, por el carácter dinamizador de la actividad de la construcción. Jujuy es hoy impensable sin la Tupac y la red: además de las miles de casas claramente reconocibles desde las rutas y los famosos polideportivos con pileta de natación para los chicos de los sectores populares, la organización llega a su aniversario formal con resultados concretos en el aspecto que más incomoda a los sectores del establishment político y económico local: la construcción de poder popular. La herramienta que hace que la oposición al kirchnerismo acuse a Milagro Sala de haber erigido un Estado paralelo, y conducirlo con mano férrea y grupos de choque.
Ella es consciente de esa situación. En los últimos meses algunos medios nacionales y dirigentes políticos cargaron sobre la Tupac y Milagro Sala todo tipo de acusaciones, al punto de responsabilizarla por la muerte de un joven en Humahuaca –formado en la propia Tupac– en un enfrentamiento entre vecinos y una organización expulsada de la red, la Tití Guerra, que hoy se tramita en la justicia y apunta en realidad a un negocio privado con nombre propio. El fiscal de Estado de la provincia, Alberto Matuk, denunció hace diez días al empresario inmobiliario Vicente Acosta como «autor intelectual» del intento de tomas de tierras en Humahuaca, que dejó como saldo el asesinato del guía turístico Luis Condorí.
Cualquiera que llegue sin preconceptos a echar un vistazo por zonas como Alto Comedero, donde se levanta el primer barrio de la organización, observará a simple vista mucho más que las viviendas sociales: los centros de salud y de rehabilitación, las ambulancias, las escuelas, el centro cultural, la radio y hasta los estudios de televisión próximos a inaugurarse, todos impecablemente equipados, abiertos a la comunidad en forma gratuita y con atención –en el caso de la salud– las 24 horas del día, son un desafío a las formas tradicionales de concebir la gestión.
«Si se cuenta la cifra de empleos, las 6000 viviendas construidas en toda la provincia, la escuela primaria, los colegios secundarios y el terciario, los consultorios, laboratorios, centros de salud, el centro de atención de discapacitados, los 18 polideportivos en barrios carenciados, las canchas de fútbol y de rugby, las cinco fábricas, los parques recreativos, la Tupac ha conseguido en los hechos elevar el nivel de vida cuantitativo y cualitativo de más de 5000 familias –esto es 25 mil personas–, consolidar su espacio vital como trabajadores, despertar su dignidad y autoestima esencial e integrarlos a un proyecto de país socialmente más justo», advierte Raúl Noro, responsable de la organización. Sus trabajadores y cooperativistas están en blanco, cobran monotributo social, cuentan con un ingreso garantizado y mínimo superior a los 2000 pesos, y tienen asegurada la salud, la educación, el trabajo y la recreación para sus hijos, sin poner un centavo.
La Tupac llega a su aniversario consolidada como organización y con un nivel de inserción en la vida cotidiana de Jujuy que desmiente a quienes desde Buenos Aires intentan instalarla como una secta peligrosa o un ejército paralelo. Nada de lo que realiza les es ajeno a las autoridades provinciales o a la municipalidad de la ciudad capital, en manos de un radical –Raúl «Chuli» Jorge– que interactúa inteligentemente con la organización y conoce al detalle sus pasos porque es quien autoriza los pagos por los planes.
«Después de la década del ’90 muchos compañeros nuestros habían quedado en la calle sin trabajo por el cierre de fábricas, por los distintos ajustes que se hacían. La crisis para nosotros duró diez años y fueron diez años fatales donde los chicos se nos morían en los brazos, desnutridos. Hicimos una reunión con todos los compañeros y dijimos: ‘¿qué hacemos?’ Y decidimos que nos teníamos que hacer cargo nosotros, y comenzamos con una copa de leche para atender la necesidades de los compañeros, una huerta para poder mantener la copa de leche y los comedores que habíamos armado con mucho sacrificio,…pero lo que sí teníamos en claro era que no queríamos saber nada con ningún sector político, y al Estado no le queríamos pedir nada, y así trabajamos cerca de cinco, seis años sin pedir nada a nadie, y la verdad que nos sentíamos orgullosos de todas las cosas que teníamos y tenemos porque lo nuestro fue sacrificio tras sacrificio.» Sentada en el patio de su casa y rodeada por sus nietos, así rememora ante Tiempo Argentino Milagro Sala los comienzos de la Tupac.
–¿Y cuándo deciden empezar con las viviendas?
–Cuando vinieron los Kirchner, y ellos abrieron una puerta que ningún sector político después del general Perón había abierto a los que menos tienen: la posibilidad de tener una pensión, de decir «te doy plata y podés construirte una vivienda», la posibilidad de decir «te pago un sueldo». Nosotros nos pusimos a construir nuestras primeras 200 viviendas con el temor de si nos iba a faltar plata o nos iba a quedar plata, y cuidamos cada material, nos fijamos que los precios fueran menores, y al mismo tiempo que fuera buena la calidad, porque habíamos criticado mucho la construcción de viviendas. Te entregaban una casa chiquita donde cabía una cama, y por ahí se llovía toda, y encima te la vendían. Por eso, cuando nos dan la propuesta de que había que construir viviendas y vos te ibas a pagar el sueldo y encima iba a ser tuya, nos miramos todos a la cara y dijimos «le metemos para adelante». Todo el mundo comenzó sin experiencia, nadie sabía construir casas, sin embargo en el camino comenzamos a aprender y comenzamos a crear el barrio de nuestros sueños.
–Después vinieron las escuelas y hospitales.
–Nosotros criticábamos la salud porque los chicos se morían en los hospitales, no había medicamentos, las operaciones no se hacían y te pateaban para todo, y así empezamos a trabajar: compramos los mejores aparatos para nuestros compañeros, compramos un tomógrafo, un equipo de electrocardiograma, un equipo de rayos, un montón de equipos odontológicos. Dijimos: «compremos lo mejor», no nos importaba el precio, queríamos lo mejor para nuestros compañeros, para que no tuvieran que ir a las cinco de la mañana, para que les den un turno a las 9, y encima les dijeran «tenés que hacerte este estudio o comprarte tal medicamento», y vos tenías que decidir si te hacías el estudio, comprabas el medicamento o le dabas de comer a tu hijo. Esas cosas quisimos cambiar. Y en educación lo mismo. Dijimos que no nos importaba la condición de cada alumno, lo importante era que fuera a la escuela, y comenzamos a sentarlos en las aulas, y una vez formados, la cosa cambia.
–¿Fue difícil crear esa conciencia?
–A veces hay un resentimiento de la clase baja y la clase alta porque a la clase baja le han hecho la cabeza de que nació pobre y tiene que morir pobre, y nosotros pensamos que no es así. El que nace pobre puede capacitarse, educarse y cambiar su vida, pero depende de él. Dentro de las materias que tenemos en la primaria y secundaria está el tema de la autoestima, que el compañero se empiece a querer, querer a la familia, querer compartir las cosas.
–¿Cómo sería Jujuy hoy sin la Tupac?
–Nosotros sentimos que si la Tupac no hubiese existido, hoy habría más chicos que roban, más chicos que se drogan, hubiese habido más desocupación, más deserción. Nosotros estamos llegando ahora a los 4000 trabajadores y somos los terceros en la provincia que contienen con trabajo. A veces hay sectores que no entienden o no quieren entender que cuando uno entrega algo a otro, ya sea una pensión, una casa o un subsidio, tenés que entregar todo, y es gratis, y no tenés que pedirle nada a cambio, y la Tupac desde que ha nacido tiene esa forma de hacer política.
–¿Cuánto influye en las críticas que se le hacen el hecho de que la Tupac haya hecho una construcción de poder popular en las calles, por ejemplo?
–El arma más peligrosa que tienen las organizaciones sociales y la Tupac son los compañeros en la calle, y eso muchos sectores políticos no lo tienen. La indignación de ellos es que nosotros tenemos compañeros que nos siguen, o que tenemos una vivienda, porque pareciera que quieren que seamos «los negritos», que vivamos del choripán y la caja de vino, y nosotros creemos que no tiene que ser así. Casualmente nosotros decimos que hay que crear conciencia y no crear pelotones de desocupados, que viene alguien, te dice lo que tenés que hacer y si no lo hacés te corre.
–Con el aniversario coincide la decisión de formar un partido político (Partido por la Soberanía Popular) y la disputa electoral en 2013. ¿Cómo fue ese proceso?
–Nosotros el año pasado trabajamos mucho en la campaña para la presidencia de Cristina y por ahí íbamos a los barrios y la misma gente nos preguntaba. ¿Por qué no se candidatean ustedes? ¿Por qué le tienen que hacer campaña a los otros candidatos? Y bueno, la gente nos comenzó a pedir y por eso formamos el partido, y ya tenemos claro que nos queremos candidatear a diputado provincial y también queremos seguir con la estructura del Unidos y Organizados, porque sentimos que es una estructura pura y limpia, que no viene con las tradiciones de los partidos políticos y estar ahí significa seguir profundizando lo que Cristina y Néstor comenzaron a hacer con los argentinos, que es reconstruir nuestro país. Algunos dicen que está todo mal en el país, pero sin embargo viajan a Estados Unidos dos o tres veces al mes. El claro ejemplo de lo de Maravilla Martínez, si te ponés a ver cuántos argentinos han salido para ver esa pelea y quizá son los tipos que te andaban tocando la cacerola, o ese joven que decía «yo me quiero ir todos los años a Punta del Este». El problema de ellos es andar paseando y el problema de los compañeros es otro, es poder estar un poco mejor, tener trabajo, poder garantizarse educación, salud.…
–¿Le preocupa el clima político alrededor de esta gestión?
–Cristina es un hecho muy importante para los argentinos. Es cierto que nunca vas a tener a todos que te digan que sí, siempre va a haber oposición. Pero uno se pone a ver las caras y son los mismos tipos que destruyeron la Argentina en la década del ’90. Hoy está siendo juzgado (Fernando) De la Rúa, tenés a la Lilita Carrió, al Grupo Clarín, que hicieron desastres, y con el solo hecho de que los mires mal te dicen que sos violento. Hay veces que a mí como provinciana me agarra mucha indignación cuando se burlan de Cristina. Nos preguntamos cómo estos tipos pueden burlarse de Cristina, pueden imitarla a Cristina, pueden hacerle esos afiches a Moreno. Ellos lo pueden hacer pero nosotros no podemos burlarnos de ellos ni decirles las cosas aberrantes que nos dicen, las cosas groseras que nos dicen. Yo creo que si es por cuestión de violencia, la violencia más fuerte es lo que la oposición está haciendo hoy con los sectores políticos que no cierran filas con ellos. A nosotros no nos interesa que nos digan bonitos, a nosotros nos interesa que comiencen a darles respuestas a los que menos tienen.