El asado del jueves a la noche y el guiso de ayer al mediodía, gracias a lo que aportaron para el fondo de lucha.
La permanencia pacífica en nuestro lugar de trabajo tiene sus cosas. Entre anécdotas, muestras de solidaridad, charlas y pocas horas de sueño, aparecen situaciones que cumplen con un requisito básico: qué comer cuando el hambre aprieta. Ejemplos hay muchos y nos podemos detener en el ocurrido el jueves por la noche, cuando un grupo de militantes del Partido Obrero de Belgrano (así como otro día pasó con otras agrupaciones políticas o sociales) donó un asado para todos los trabajadores de Tiempo Argentino que se quedaron a dormir en la redacción. En la parrilla de la terraza del edificio de Amenabar 23 volvió a haber fuego y en el ambiente se volvió a sentir el inconfundible aroma de la carne asada. Abundó la camaradería con los compañeros que vinieron a aportar su granito de arena para bancar este mal momento que estamos pasando.
Pero ahí no quedó la historia. Ayer al mediodía, un integrante del sector de diseño llegó al edificio, encontró en la heladera de la cocina unos chorizos que habían sobrado del asado, aún sin cocinar, y se le ocurrió hacer un guiso. Aparecieron dos paquetes de arroz, cebollas, ajíes, salsas de tomate y, en el disco que ya forma parte del patiecito del tercer piso, se prendió el fuego para armar un suculento almuerzo para los siete u ocho compañeros que en ese momento formaban parte del staff a cargo de la permanencia. La mesa sirvió como lugar de encuentro para analizar la marcha del boletín, el armado del diario Tiempo Argentino que pensamos sacar la semana próxima y de que va a tratar la asamblea que viene. Así pasan los días, así sigue adelante la permanencia. Así, los trabajadores de Tiempo continuamos esperando una solución.