El presidente Mauricio Macri abrirá el período de sesiones ordinarias después de 80 días de gobierno que expusieron peleas internas y limitaciones en la gestión. Los puntos de fricción, disputas y protagonistas.
«Estos muchachos no se dan cuenta de que el año que viene hay elecciones otra vez y van a necesitar de nosotros”, dice un funcionario nacional de pasado radical y presente macrista, mientras frunce el ceño y achina los ojos como si amasara el postre frío de una venganza. En su registro personal del pasado reciente, los primeros ochenta días del gobierno de Cambiemos han tenido la densidad de un verano tan extenso como un año. La mayor temperatura vivida, en estos casi tres meses, no tuvo que ver con el sopor veraniego que le quita la paciencia a los funcionarios de la Casa Rosada. Sino a la cantidad de internas y reclamos que ha tenido que defender, puertas adentro de su despacho, en nombre de una coalición de gobierno cuyo estreno en el poder, a los ojos de los funcionarios consultados por este diario, no garantiza un buen final de 2016 y, mucho menos, un buen desempeño de la alianza gobernante en el primer examen electoral que tiene por delante: los comicios de medio término de 2017.
Entre la asunción del presidente Mauricio Macri (durante la inusual ceremonia de traspaso de mando del 10 de diciembre) y el inminente inicio del período de sesiones extraordinarias de mañana, Cambiemos tuvo que transitar un escenario político más costoso de lo previsto. “Tal como decidió Mauricio, bancamos la decisión de no convocar a sesiones extraordinarias, pero las consecuencias han sido mayores a lo esperado”, se lamenta un enlace político con el Congreso, que reporta al Ministerio del Interior que conduce Rogelio Frigerio, una de las espadas del gabinete nacional que arrancó el año pasado con la estrella de “superministro”, pero que hace más de diez días navega en el silencio que impone el flamante Presidente a las internas que crujen dentro del cuerpo de ministros que eligió para su primer año de gobierno.
Entre los alfiles que descollaron durante la interminable campaña presidencial del año pasado, algunos sobrevivieron al cedazo del poder y hoy están dentro del selecto grupo de miembros del Poder Ejecutivo Nacional. Una codiciada constelación de cargos, donde el coro más sonoro resuena en las oficinas políticas, las mismas donde las quejas tienen que ver con la cantidad de “innecesarios retrocesos en chancletas” que algunos le achacan al jefe de Gabinete de Ministros, Marcos Peña. El jefe de todos los ministros, ya fue ungido por Macri como su sucesor luego de 2019. Casi ningún presidente ungió a un presunto sucesor durante los primeros tres meses de gobierno. Y si lo hizo, farfullan en el Patio de las Palmeras de la Casa de Gobierno, “fue para mandarlo abajo del camión”, imaginan en los despachos de Balcarce 50 donde le reportan al Presidente de la bronca acumulada entre propios y extraños por la cantidad de medidas que “no han diluido el caudal de la victoria de noviembre”. En el listado de sapos digeridos aparecen asignaturas muy caras para la plataforma electoral de Cambiemos. “El anuncio sobre el Impuesto a las Ganancias lo vendieron como una promesa, pero después se supo que era para atrás. Lo mismo pasó con el acuerdo docente de esta semana, fue un papelón y lo vendieron como una victoria. Con las retenciones a la minería hicieron algo que no habían acordado con las demás fuerzas políticas, y respecto a las tarifas, ganaron los que decían que había que hacer todo de repente, como Aranguren, que ahora volvió a meter la pata y prometió que le vamos a devolver el dinero a la gente que tuvo cortes. Pero lo peor es el anuncio de Patricia Bullrich que vendió un protocolo antipiquetes que ahora no podemos bancar”, bramó, entre transpiraciones veraniegas, un agitado vocero del Equipo Económico en nombre de su jefe.
El escudero comunicacional, que también lamenta el férreo control que hace el premier Marcos Peña sobre todos los voceros, evita hablar del tema más amargo que Macri administra con cuenta regresiva: la inflación, un asunto que ya le costó la renuncia del INDEC a la ex funcionaria Graciela Bevaqua. Su apellido inició, contra todos los pronósticos del entorno presidencial, la lista de funcionarios renunciantes del gobierno amarillo: una sangría de cargos que podría engrosarse y trepar a cargos más altos, especialmente dentro del elenco de ministros, cuya mayoría jamás tuvo una relación personal con el Presidente que ahora los critica. La “pole position” de funcionarios de alto rango que cosechan malas espinas son el inefable ministro de Hacienda Alfonso Prat-Gay, tildado de “halcón” por sus detractores del gabinete económico; la jefa del área de Seguridad, Patricia Bullrich, debido a la cantidad de responsabilidades de seguridad que le cargó a sus colegas Horacio Rodriguez Larreta y María Eugenia Vidal, y el titular de la cartera de Trabajo, Jorge Triaca, que suma, cada 48 horas, una crítica demoledora del líder de la CGT Hugo Moyano. Esa agenda, no irá a las sesiones ordinarias el Congreso, pero podría transformarlas en un camino de espinas, muy distinto al que Emilio Monzó agita por distintos medios antes de la reactivación del Parlamento, donde Macri podría repetir un discurso tan breve la cita con Francisco: 20 minutos.