Por Gimena Fuertes
En diálogo con Tiempo Argentino, cuestiona a los dirigentes del PJ que se acercaron a a Macri: «¿De qué vale que le vaya bien al gobierno si le va mal al pueblo?»
El chaqueño dice que el peronismo «no representa adecuadamente» a aquellos sectores afectados por el ajuste de Cambiemos, al que califica de «salvaje».
Jorge Capitanich es enfático. “El justicialismo por lo menos le debe una explicación a la sociedad”, dispara tras el agitado congreso partidario del miércoles pasado, que dejó expuestas las grietas internas. “Tenemos que representar a aquellos argentinos que pudieron acceder a la ampliación de derechos políticos, económicos y sociales, y que hoy observan el retroceso de esos derechos a partir de una inflación galopante y un ajuste ortodoxo. El justicialismo hoy no está representando adecuadamente ese espacio”, polemiza el intendente de Resistencia, la capital de Chaco,con propios y ajenos.
El ex jefe de Gabinete critica a aquellos integrantes de su partido que rezan como un mantra el deseo de buenaventura para el gobierno de Mauricio Macri. “Se pretende desarrollar una muletilla de base que es ‘queremos que al gobierno le vaya bien’. Y la verdad es que nosotros queremos que al pueblo le vaya bien”, se diferencia. “¿De qué nos vale que le vaya bien al gobierno si le va mal al pueblo?”, ironiza en diálogo con Tiempo.
Las críticas de Capitanich tienen como claro blanco al gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, y al diputado y ex titular de la Anses, Diego Bossio, a los que acusa de pertenecer a un sector “asociado al gobierno” y de formar parte de “la peor expresión del populismo de derecha”.
“Esa no es la posición del justicialismo, que tiene que tener una estructura de base de centroizquierda progresista y populista”, define, y reclama coherencia al preguntar: “¿Qué pasará con un senador que antes votó la ley cerrojo y la de pago soberano y ahora toma una actitud distinta? O antes estaba equivocado o lo está ahora. No se puede cambiar el voto según las circunstancias. Ahí es donde la oposición le hace un daño al sistema político: cuando cambia su posición según su interés personal o la coyuntura. El sistema político se fortalece cuando tiene una oposición fuerte y en función de los intereses del pueblo”.
–¿La unidad es posible?
–Es posible en tanto y en cuanto represente la diversidad de matices dentro del justicialismo, y un compromiso para ser un partido con dinámica e identidad propia que cumpla a rajatabla una plataforma, o sea, un conjunto de puntos que son esenciales. Advertimos matices, pero lo primero que hay que plantear es si pretendemos ser un partido de oposición desde una identidad política propia o si somos furgón de cola del oficialismo. La primera definición es si somos oficialistas u opositores. Somos un partido opositor y eso implica marcar la cancha, las contradicciones del gobierno. Se pretende desarrollar una muletilla de base que es “queremos que al gobierno le vaya bien”. Y la verdad es que nosotros queremos que al pueblo le vaya bien. Al pueblo a argentino le irá bien si hay inversión, trabajo, salario digno, consumo, justicia social. Eso significa cumplir los postulados de nuestro movimiento. ¿De qué nos vale que le vaya bien al gobierno si le va mal al pueblo?
–¿Cómo le está yendo al pueblo en estos primeros meses de gobierno de Macri?
–A juzgar por los 70 mil nuevos desocupados, no le va muy bien al pueblo. A juzgar por el temor de las pymes y la industria, no le va muy bien. Estuve con la Confederación General Económica y me manifestaron claramente sus problemas. El sector del calzado y textiles sufrió una baja de ventas del 35% a 40%. El gobierno tiene una matriz autoritaria en el ejercicio del poder y aplica un ajuste ortodoxo en lo económico. La devaluación salvaje, sin plan, genera disminución de la demanda agregada, del consumo y se traduce en la caída del PBI, el salario real y el aumento del desempleo. Tiene consecuencias directas para el bienestar popular.
–¿Cómo evalúa que está reaccionando el pueblo?
–Reacciona de múltiples formas: en asambleas populares, de modo espontáneo, con los obreros en las fábricas y en la calle, pero es necesario que los partidos canalicen la demanda y la protesta social, con la multiplicidad de resortes de negociación política. Y eso no lo estamos haciendo. El justicialismo por lo menos le debe una explicación a la sociedad. Vemos diversidad de voces dentro del amplio espectro que es el peronismo. Algunas se manifiestan de un modo asociado al gobierno con un aggiornamiento muy claro; es una tendencia a generar una alianza con una centroderecha de base neoliberal. Es la peor expresión del populismo de derecha. Esta no es la posición del justicialismo, que tiene que tener una base de centroizquierda progresista y populista, lo que implica un populismo de izquierda. Tenemos que representar a la clase trabajadora, a los desocupados, a la pyme, a la industria nacional, a todos aquellos argentinos que pudieron acceder a la ampliación de derechos políticos, económicos y sociales y que hoy observan el retroceso de esos derechos a partir de una inflación galopante y un ajuste ortodoxo. El justicialismo hoy no está representando adecuadamente ese espacio.
–¿Qué opina del flamante bloque justicialista, que se escindió del FPV?
–Hay determinados comportamientos tácticos que responden a una visión estratégica. Nadie es ingenuo en política. Cuando alguien se separa para reducir el número de miembros, le da al oficialismo la capacidad de negociación desde otra posición para la distribución de cargos en las comisiones. Y eso implica el monopolio del manejo de la agenda legislativa. Lo que hicieron fue ex profeso para generarle herramientas al oficialismo, y eso no se corresponde con el voto popular del 25 de octubre por el cual fueron elegidos. Quienes lideran por debajo esas movidas políticas son los primeros en recibir beneficios del gobierno, así que por lo menos hay que poner en duda al proceso.
–El diputado Sergio Massa pretende fiscalizar el proceso de coparticipación desde la oposición.
–No nos sentimos representados por la maniobra de marketing de Sergio Massa en la comisión bicameral de DNU, que es consentir la estrategia del gobierno. Hace un doble juego, un guiño para la tribuna y un acuerdo con el oficialismo. Si hay alguien funcional al oficialismo es Massa, que no defiende los intereses de los municipios ni de las provincias, sino su propio interés acomodaticio. El acuerdo que promueve no me representa. Eso de pretender hacer un consejo de federalismo es una parafernalia y que eso implique la devolución (de impuestos coparticipables) hasta 2021 es una tomada de pelo. Se incumple con la Constitución y todas las leyes. Promueve un sistema de transferencias discrecionales para la provincia de Buenos Aires y aumenta la coparticipación de la Ciudad Autónoma; es inviable. No hay intención verdadera de promover un federalismo activo y armónico.
–¿Cuál cree que es el rol político de Cristina Fernández ahora?
–Su actitud es de extrema prudencia, de espera, para que el nuevo gobierno pueda gobernar. Ella tiene un liderazgo natural producto de haber gobernado al país durante ocho años y de haberse despedido con la Plaza de Mayo llena. ¡A ver si el oficialismo llena una plaza como le va hoy! Hay que entender su rol político y la administración de su propio silencio; es propio de la prudencia de alguien que ha ejercido un liderazgo por un largo período de tiempo. Nadie puede ser exégeta de su pensamiento político ni de su rol en el futuro. Pero nadie puede tirar a un dirigente por la ventana. Tenemos que ser capaces de ver todos el rol y la importancia de cada uno. Algunos aborrecen este proyecto político de 12 años, otros nos sentimos orgullosos. Pero eran los mismos que aplaudían en las tribunas cuando recibían fondos del gobierno y ahora pretenden separarse o diferenciarse. En la vida hay que ser coherente, es un principio fundamental de la política, sino no merecemos el respaldo del pueblo. ¿Qué va a pasar con un senador que antes votó la ley cerrojo y la ley de pago sobreaño y ahora toma actitud totalmente distinta? O antes estaba equivocado o lo está ahora. No se puede ir cambiando el voto según las circunstancias. Ahí es donde la oposición le hace un gran daño al sistema político: cuando cambia su posición según su interés personal o la coyuntura. El sistema político se fortalece cuando tiene una oposición fuerte, organizada y en función de los intereses del pueblo.