Luego de dos años de resistencia, el gremio de prensa helénico vuelve a enfrentar otro ataque patronal. El apagón informativo y el espejo argentino.
El 11 de junio de 2013 la televisión pública griega, ERT, fue cerrada intempestivamente por el gobierno conservador de Antonis Samaras, dejando en la calle a 2600 trabajadores. Las razones esgrimidas por el entonces primer ministro fueron que había que hacer recortes porque el gasto en ese medio estatal era excesivo para los parámetros que le dejaba la crisis económica que arrastra al país helénico en una espiral sin fin.
En realidad, el cierre era una de las medidas que la troika –FMI, Banco Central Europeo, Comisión Europea- le exigían a las autoridades para liberar parte de los fondos destinados a aliviar “la situación financiera” del país. Más bien, para que los bancos involucrados en una impresionante maniobra de arquitectura contable que elevó la deuda griega a niveles intolerables para cualquier sociedad pudieran cobrar.
La debacle de la economía helena corrió pareja y fue consecuencia de las medidas de austeridad que exigía la troika. Y estratégicamente, la televisión pública era un hueso duro de roer porque planteaba desde dentro del estado una fuerte crítica a medidas que no hicieron sino empobrecer hasta el límite a una sociedad a la que se le pedía pagar los platos rotos de una fiesta a la que no había sido invitada.
Como se dijo en ese caluroso junio de 2013, los 300 millones de euros al año que costaba el mantenimiento de la ERT era un despilfarro y lo más “racional” era directamente cerrar las puertas de los canales. La población, argumentaban, está debidamente informada por los medios privados. La cuestión de fondo era un poco más sutil. Por un lado, como se dijo, era un medio crítico de la troika. Por el otro, se financiaba con un canon que paga la ciudadanía. Y el objetivo final de los comisarios económicos europeos era extraer todo el dinero que se pudiera de los griegos. La TV era una competencia incómoda.
De todas maneras, el combativo gremio de prensa, que incluye a los trabajadores de medios privados, llevó adelante medidas de protesta contra los ajustes que se desplegaban sobre la sociedad. En noviembre de 2014, por ejemplo, protagonizaron un paro de 24 horas que se adelantó por dos días a la huelga general que habían planificado las centrales sindicales. Contra esos temibles planes de austeridad dictados desde Bruselas sin la menor piedad.
Los trabajadores de la ERT, por su parte, continuaban abroquelados en defensa de sus fuentes de trabajo y de la libertad de expresión. Fueron dos años de pelea. El país, en tanto, apostaba a una nueva dirigencia encolumnada detrás de Alexis Tsipras, una joven promesa que venía de la izquierda con el compromiso de romper con el paradigma del ajuste perpetuo y renegociar con Europa las condiciones para el pago de la exorbitante deuda sin morir en el intento.
Tsipras ganó los comicios de enero del 2015 con el partido Syriza y de inmediato se puso a discutir con la troika en el marco de sus ejes de campaña. Uno de ellos fue la reapertura de la TV pública, que se produjo el 11 de junio de 2015, justo dos años después de aquel inopinado cierre. Con un informativo donde se detallaban los pormenores de una tensa reunión entre Tsipras, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, François Hollande, sobre la crisis helena.
Como se sabe, las presiones de la troika resultaron insostenibles para el joven premier y tras llar nuevamente a elecciones, aceptó un plan de recortes que resultaba algo menos rotundo que los de los partidos conservadores, pero que también despertó cuestionamientos desde sectores progresistas que lo habían visto como una esperanza de cambio.
Fue en este derrotero que los sindicatos de prensa griegos convocaron a una huelga de 24 horas en octubre pasado contra una iniciativa del gobierno de Tsipras –en consonancia con las autoridades europeas- que planteaba la subasta de una docena de licencias de televisión por 10 años. La medida de protesta decretada por la Federación Panhelénica de Sindicatos de Periodistas (Poesy), el Sindicato de Periodistas del Diario de Atenas (Esiea) y otros sindicatos que representan a empleados del sector de los medios se produjo mientras el presidente francés realizaba otra visita oficial a Atenas.
El 28 de enero pasado, los sindicatos de prensa volvieron a realizar un paro de 24 horas. En concreto protestaban contra un proyecto de reforma de pensiones que implica la fusión de todas las cajas de aportes en una sola, a pedido, como siempre, de la troika. «Convocamos una huelga (…) para protestar contra el intento de hacer desaparecer nuestra profesión, que se hace a través de la eliminación de los derechos a la seguridad social, los derechos sindicales y las libertades individuales», abundó ese día el Sindicato de Periodistas de Atenas.
Otra vez hubo apagón informativo. Otra vez los trabajadores fueron noticia por no dar noticias. Por no aceptar los dictados inconsultos de un grupo de dirigentes europeos que van en contra de la voluntad de la ciudadanía.