El Quiño: es la hora de dormir

Soy el Quiño, ya lo saben, así me dicen. Cariñosamente, claro.

Como buen ñoqui que soy, decidí instalarme en el diario para trabajar y que no me paguen, porque, como muchos dicen y repiten, soy un delincuente, que todo es culpa mía, que ya sabía que esto iba a pasar y que soy cómplice del saqueo.

Cuánta razón tienen. Tanta que hasta me quedo a dormir en la redacción. Y las horas pasan: escribo, llamo por teléfono a mis contactos, juego (y pierdo) al truco, tomo mate, me río un rato, salgo a la calle a protestar, recibo a compañeros ñoquis (con tuco, a la bolognesa, con manteca, con mucho queso, de espinaca, de zapallo, de papa, a la florentina, a la crema y hasta rellenos –muy rellenos-), quienes se unen a la lucha y nos brindan palabras de aliento.

Ahora es hora de volver a dormir. A la mañana vendrá otro compañero y la rueda seguirá girando hasta que el cajero vuelva a estar lleno.

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