«La arquitectura es política congelada»

Por Clara Encabo – 13 de abril de 2014

Rodolfo Livingston reivindica su incursión electoral como un intento de cambiar la realidad y propone crear un mercado conducido «por los buenos». Superhéroes del oficio y la experiencia.

Son como varias vidas pero es una. Intensa. Rodolfo Livingston atiende su estudio/consultorio de arquitectura, nada a diario, escribe cuando puede (lleva once libros publicados), hace radio los miércoles, y un viernes al mes participa de los encuentros de PropAMBA, un espacio de reflexión y debate público sobre urbanismo en la Ciudad. Atrás quedaron años de docencia y la creación de la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Nordeste. En la Cuba posrevolucionaria encontró el embrión de lo que iba a ser su forma de trabajo basado en el diseño participativo y la anamnesis (escuchar atentamente al cliente) para decodificar lo que quiere de lo que pide. Sueña con implementar aquí lo que en Cuba en los ’90: una red de consultorios de arquitectura para la atención de la población. Sus tres hijos (que van desde los 7 a los 42 años) heredaron su sensibilidad, inteligencia y gran sentido del humor, y lo mismo podría decirse de sus casas. En su perfil de Facebook se define como artista y en las últimas elecciones fue candidato a legislador por el Partido Aluvión Ciudadano, con el objetivo de defender a la Ciudad como prolongación de sus ya 50 años de carrera.

–¿Por qué no hay presidentes arquitectos?
–Porque para el 90% de la gente un arquitecto es algo raro, una mezcla de ingeniero que no terminó la carrera, con decorador y tramitador municipal. También están los superhéroes de la profesión como Clorindo Testa, que hacen cosas enormes y pensamos: «Jamás se ocuparían de mi casa… ¿por qué se ocuparían entonces de mí…?»
–¿Por qué hacer política hoy, que está tan desprestigiada?
–Para prestigiarla.
–¿Qué le hubiese gustado concretar de haber sido electo?
–Lo que me dictan los ciudadanos en los barrios, no las encuestas. Cambiaría los vetustos reglamentos municipales que no ayudan a la gente a vivir en sus casas ni a reformarlas y sólo prohíben.
–¿Qué persigue PropAMBA?
–Es una usina de ideas que considera el AMBA junto con la CABA como una unidad y no como cuadraditos separados. Pretendemos mantener siempre, en todas las propuestas, el concepto de que el urbanismo no es «una cuestión netamente técnica», como sostiene el secretario de Transporte porteño, Guillermo Dietrich. El urbanismo es la posesión y el disfrute del espacio público. Ese concepto incluye el transporte, la estética y la memoria, hoy ausentes. El plano no es el territorio. Ni tampoco los gráficos y los números. Son necesarios pero no deben remplazar –ni desplazar– a la vida.
–¿Cómo contrarrestar el libre juego del mercado?
–Creando uno paralelo conducido por los buenos.
–Niemeyer sostenía que la lucha política es más importante que la arquitectura y que para cambiar la vida de los pobres hay que salir a la calle y protestar. ¿Coincide?
–No se trata de optar. La arquitectura es política congelada y es tan necesaria como la política. Creo que lo dijo para hacerse el modesto.
–También dijo (ya que lo citamos) que, de vivir nuevamente, haría menos arquitectura y más el amor…
–Lo comprendo, aunque personalmente espero lograrlo sin necesidad de empezar nuevamente.

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