«Jugar al fútbol es lo más lindo que te puede pasar en la vida»

Por Roberto Parrottino – 10 de febrero de 2016

Si esta entrevista no se publicó en las páginas de Tiempo Argentino durante las últimas semanas es pura y exclusiva responsabilidad de los viejos nuevos patrones. Agustín Lucas estaba al tanto de la situación de conflicto en el diario. Como no había taxis ni remises en la empresa para que el fotógrafo se acercara y lo retratara con su cámara, ofreció una foto de Lucía Aguirre. Agustín Lucas es lo que dice abajo: jugador de fútbol, poeta, escritor, montevideano, hijo de tupamaro. Pero, sobre todo, es una persona atenta a las luchas de los trabajadores. Sensible a las injusticias del sistema.

Agustín Lucas se sirve el licuado de bananas y frutillas con leche en la confitería El Greco. En un rato va a cruzar el Río de la Plata para presentarse al día siguiente en la pretemporada de Miramar Misiones, equipo de la segunda división de Uruguay. Pero ahora está en Caballito. Acá, en Buenos Aires, se aloja en «Me tenés tarta», una casa de comida casera de unos amigos uruguayos en Boedo, y llegó para ultimar detalles de Pelota de papel, un libro de cuentos escritos por 20 futbolistas -Pablo Aimar, Javier Mascherano y Sebastián Domínguez, entre otros- que saldrá antes de la Feria del Libro. Agustín es zaguero, poeta con cinco libros publicados, a veces escritor en diarios y revistas y, ante todo, un hombre de 30 años que le aplica a la charla el ritmo montevideano de vida.

-¿El fútbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano, es la Biblia del fútbol, por la repercusión internacional?
-Sí, coincido completamente, pero también hay otro tipo de libros que son referenciales.
-¿Cuáles?
-El libro de Maradona. Su autobiografía. Solamente porque lo escribió Maradona es referencial. ¿Vos querés entender por qué el ser humano es contradictorio? Lee Yo soy el Diego de la gente. Después Fútbol, dinámica de lo impensado, de Dante Panzeri. Un libro de Pepe Sasía, que es relatado, porque lo firma otro. Habría que revivirlos a esos tipos de libros de fútbol. Esos están más encanutados.
-¿Por qué en vos la poesía?
-No sé por qué específicamente la poesía. Cuando era gurí tenía el escape de escribir algo, lo que sea. No sé. Mi viejo tiene guardado, por ejemplo, un poema de cuando iba a la escuela. Y la vez que jugué por primera vez en el Estadio le escribí una poesía y se la regalé y la tiene guardada. No fue que yo elegí la poesía… En un momento conocí a una tía media clandestina. Mi viejo tiene cuatro hermanos. Pero la quinta, mi tía, la conocimos cuando ella tenía 28 años. Y lo primero que supimos es que era poeta y lesbiana. Nosotros éramos unos pendejos, una banda de barrio con mis primos. Y fuimos a verla a un bar donde recitaba poesía. Y ahí la encaramos. Yo tenía 20. Y pintó terrible onda con Virginia. Muy intensa, y ahí me metí en el mundo de la poesía por completo. Ahí salió mi primer libro. Lo armamos con ella. Mi primer encuentro entre el fútbol y la poesía de una forma tácita, porque los jugadores empezaron a ir a la presentación de los libros.
-Pero antes estuvo ese poema después de jugar en el Centenario.
-Sí, a los 18, con Miramar. Y fue todo un acontecimiento. Cualquiera que entre al estadio Centenario y se pare con una pelota en el medio de la cancha es todo un acontecimiento. Si no te gusta el fútbol y hacés ese experimento no me imagino que no vaya y patee al arco.
-Una vez te gritaron en la cancha: “¡Andá a escribir poesía!”.
-En la cancha de Central Español, clásico del barrio, en mi primera vuelta a Miramar Misiones. Claro, cuando salió el libro se hizo un poco de prensa y se conoció que escribía poesía. Entonces decís que si escribe poesía es boludo, que si escribe poesía es maricón, o que si escribe poesía es crack sin leer la poesía, porque capaz la poesía es una mierda. Pero tá, eso te genera algo. Y el tipo me mandó a escribir poesía. Lo escuché y le levanté el pulgar. Estuvo bien. Ahora, el año pasado, en Liverpool, me pasó todo lo contrario.
-¿Por qué?
-Íbamos 1-1 en el Martínez Monegal de Canelones, contra Canadian, un equipo muy nuevo, y Liverpool venía con el resto: el año pasado cumplió 100 años de existencia, un enorme crecimiento en el último tiempo, enormes jugadores… El rey derrocado que terminó descendiendo o lo descendieron por cierta presión que se ejerce. Era todo eso y la cancha estaba llena y teníamos que ganar. Los rivales escondían la pelota. Y una pelota me pica mal. Te juro que la paré bien y se me va afuera. Cuando la vi picando afuera le pegué un pelotazo y la saqué del estadio. Ahí los hinchas del Liverpool, que son bravísimos, empezaron. “¡Anormal!”. “¡Perro!”. Hasta ahí me la banqué porque tenían razón. Y uno me grita: “¡Dedicate a escribir!”. Y ahí me calenté. El dedo en la llaga, no.
-Fueron tus propios hinchas.
-Claro. Me di vuelta y le dije: “Andate a la concha de tu madre”. Y lo buscaba y no sabía quién era. Se paró otro en el alambrado y me decía: “¡Qué puteás a los hinchas!”. Y le dije: “¡Andate vos también a la puta que te parió!”. Eso está en Lado B.
-Al poeta Fabián Casas le preguntaron desde dónde gatilla la poesía. Dijo: “No sé”. ¿Vos?
-Casas tiene todo un cuelgue con el centro espiritual. Un colgado de San Lorenzo. Lo empecé a leer cuando jugaba en Comunicaciones, acá en Argentina. Mis gatillos son variados. Tengo disparadores folclóricos cotidianos. El barrio y el fútbol. Y es necesario tener libros y música de consulta. Me leo unas poesías de Casas o escucho a Alfredo Zitarrosa. También volvés un poco a tu centro, a lo que sos: un pibe de barrio o un jugador de fútbol de la B.
-¿Cómo convivís entre el ambiente literario y el del fútbol?
-Es sano leer. Nosotros hacemos unos talleres de rap en las cárceles. La idea siempre es escribir una canción de rap: una cada uno y una grupal. De repente salen cosas como cantarle a la policía. Tá. Y alguno te dice: “Naaa, eso no lo vas a poner”. Y le decimos: “Poné lo que se te antoje”. Después, si tenemos que mermar nuestras presiones y canalizarlas por otro lado, lo vamos a lograr también. Pero la escritura es la escritura. El registro es el registro. El pibe tiene que hacer lo que siente. Si no se le queda adentro. Leer y escribir es primordial.
-¿Incluso antes que jugar al fútbol?
-No, jugar al fútbol es lo más lindo que te puede pasar en la vida. Muchos periodistas me han preguntando qué fue primero, el fútbol o la poesía. El fútbol, macho. Mi viejo me gritaba los goles de Nacional, me hicieron socio cuando nací… Si aprendemos a escribir a los tres años. No niego haber escuchando cantarolas de folclore en la casa de mi abuelo.
-¿Crees que la posición en la cancha te hace ver la vida de alguna manera?
-Sí. Por eso el golero es como es. Si de repente estoy en una mesa y me toca hablar contigo porque quedaste enfrente y me decís que sos arquero, digo: “Ah”. Puedo entenderle muchas de sus reacciones, particularidades. Así sea arquero, zaguero, cinco o delantero. Todas las posiciones.
-¿Y cómo se ve desde la cueva?
-Desde la parte comunicacional es importante. Ves mejor que el golero, incluso, que no tiene tanta visual. El zaguero llega hasta la mitad de la cancha y participa en el área rival. Tiene posibilidad de ordenar diferentes partes del campo. Si no lo hace, te está faltando una pata importante. Pero para el zaguero y el cinco es esencial el arquero. Un arquero que no te habla en mi cuadro ni se cambia.
-¿Hay algún tema del que se hable más que no sea el fútbol?
-A veces me zafo un poco. Me encanta. A veces soy monotemático y no me calienta.
-Y sirve para reforzar relaciones, como la de padre-hijo.
-Con mi viejo no sé cuánto tiempo podemos hablar de fútbol… Mi viejo se llama José. Es maestro de escuela jubilado. Estuvo preso durante ocho años, sobre todo en el Penal de Libertad. Fue militante tupamaro. Y ahora trabaja en la dirección de la coordinación de educación y cultura del Instituto Nacional de Rehabilitación. Mi viejo me contó toda su vida un gol cuando estaba en cana en la dictadura, entre el 74 y el 82, rodeado de milicos que llegaban a poner guita para ver qué equipo de presos ganaba. Mi viejo jugaba de 9. Agarra una pelota mal picada, la toca con el taco por arriba a un volante, la acomoda y viene el zaguero y como si nada se la tira con el taco por arriba, y se va a enfrentar con el arquero, el Memo, y se la toca de vuelta por arriba de taco: tres veces la misma jugaba. Y cuando la frena para definir se para y le amaga que la va a tocar a un costado y se la toca para el otro y el arquero se desparrama a un costado… Me gustaría decir que el gol fue a la izquierda y el arquero también fue para la izquierda… Golazo, y los milicos aplaudían en plena dictadura. Tá. Una vez, en una comida entre presos políticos, fuimos todos los hijos. Vino, asado, rituales paganos, y mi viejo me dice: “Este es el Memo”. Le miro las manos y eran así, enormes, él corpulento, y le digo: “Memo, tengo que hablar contigo. ¿Cómo fue el gol? Decime la verdad”. Me dice: “No sé cómo te lo cuentan”. “Decimelo vos”, le digo. Y me lo contó: “La pelota le picó mal se la tiró por encima al volante la enganchó de taco por encima del zaguero y cuando yo le salí me la pasó por arriba me hizo un amague y me la puso contra el palo contrario y los milicos aplaudían”. Era tal cual.

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