Durante el tercer día de presencia pacífica resuelta por la asamblea del diario, cientos de compañeros colmaron Amenábar 23 para participar del 2° festival en defensa del diario.
La propuesta contó con la inmediata adhesión de artistas que hicieron vibrar a los presentes, que bancaron la lucha del diario durante toda la noche. Una crónica necesaria.
El clima denso, pastoso, contrasta con el espíritu inquebrantable de los trabajadores que canalizan la angustia y la incertidumbre con alegría y organización. Un cielo renegrido amenaza con arruinar la fiesta. Los músicos van llegando mientras los adoquines de la calle Amenábar se convierten en sostén de la parrilla que asará los choris y de los tachos cargados de hielo que enfriarán la bebida. Periodistas, diagramadores, fotógrafos y otros empleados del diario realizan distintas tareas en la previa del evento. Todos comprometidos, todos decididos a seguir con la lucha.
Una fogata arde sobre la vereda de enfrente, junto a la obra paralizada, un gigante de fierros sin sentido que contrasta con la estética del barrio de Colegiales. Alrededor de las llamas, una docena de tambores de candombe se tensan a la espera de entrar en acción. Facundo Cuesta, uno de los integrantes de Tambores no Callan, resume la postura de sus compañeros: “Somos un grupo de autoconvocados que nació hace ocho años para acompañar la lucha en distintas causas. Participamos en el conflicto de Perfil hace dos años, en la marcha de Ni Una Menos y también en un evento en contra de los linchamientos. Y no queríamos dejar de estar acá.”
Cerca de las 21, cientos de personas copan el ancho de la calle y un poco más allá también. El humo de los choripanes tiñe de gris el aire. El micrófono está dispuesto. Alejandro Wall, uno de los delegados de Tiempo, toma la palabra y hace un breve resumen del conflicto. “Bienvenidos al Festival de la Permanencia”, dice con énfasis. La cantante Lidia Borda, acompañada en teclados por Daniel Godfrid, comienza con su repertorio de tango y chacareras. El tema elegido es “Eche veinte centavos en la ranura”, una milonga de 1928 compuesta por Juan Cedrón y Raúl González Tuñón, cuya letra sigue vigente.
“El conflicto lo vengo siguiendo desde que comenzó. Todo esto es parte de una secuencia que genera mucha angustia. Más allá de que sea feriado no hay forma de no pensar en lo que está pasando. Yo no sé cuánto puede servir que estemos acá, lo que sí sé es que todo este atropello es una gran injusticia. Es el atropello a los derechos y a las fuentes laborales. El que piense que está exento está muy equivocado. A la vez, la movilización genera mucha emoción”, dice Lidia.
Los tambores abandonan su ritual junto al fuego y el ritmo del candombe retumba en toda la cuadra. Son muchos más que antes, un grupo de bailarinas los acompañan, pasan entre la gente. Algunos perciben un clima carnavalesco pero no se trata de una murga. Es el repiqueteo de la lucha en clave musical.
Daniel Maza en bajo y Chulo Sarno en percusión acompañan primero a la cantante Patricia “Piojo” Zappia y luego a Cecilia Zabala, que vuelcan un repertorio comprometido y latinoamericano.
“Todo esto genera mucha impotencia. Estamos acá para acompañarlos y ojalá se pueda revertir la situación para que recuperen el laburo. Ojalá que con estos gestos se pueda lograr un cambio”, sostiene Zappia. “Todo el mundo tiene que laburar y cobrar por eso. Los empresarios se tienen que dejar de joder con estas cosas”, agrega Maza.
“Me enteré de la movida a través de las redes sociales. Estuve a punto de participar en el festival de Parque Centenario pero al final no pude. Pero ahora sí estoy presente porque desde Tiempo Argentino y Radio América siempre me abrieron las puertas para difundir mi material. Me parece terrible todo lo que está pasando a nivel general y esta es una manera de ponerle el cuerpo, de participar, de estar presente y compartir la música que hacemos”, dice Zabala.
Entonces empiezan a sonar los hits de un verano siniestro, cantos tribuneros que ninguno de los trabajadores quisiera entonar pero que están obligados a hacerlo: “Pagá lo sueldos la puta que te parió, pagá los sueldos…” y “Che Sergio Szpolski, mirá que distintos somos, naciste vaciando empresas y nosotros poniendo el lomo… esto no da para más, aunque te vayas a Disney te vamos a ir buscar, decile a Richarte y a Garfunkel también, Mariano Martínez tenés que saber que con las familias no pueden jugar…” Pero no son sólo trabajadores de Tiempo, los acompaña un grupo nutrido de compañeros del diario Clarín y de otros medios.
Matías Cruz vino desde Claypole con su guitarra acústica al hombro y su armónica. Canta un par de temas propios y otros dos de Johnny Cash. “Soy amigo del barrio de uno de los trabajadores de Tiempo y vine a apoyar, a dar una mano con las causas justas”.
Paula Maffia es la siguiente. Rasga las cuerdas de su guitarra con mucha energía mientras la acompañan con las palmas. “No escapo a la realidad, a estas situaciones de vaciamiento y vejaciones a los trabajadores, de los que no piensan a igual al gobierno de turno. Me autoconvoco con todo aquello que tenga que ver con la pluralidad de voces”, sostiene.
Mientras ella hace sonar su voz el Turco Chiodi disfruta de una cerveza fría. “El artista –dice el cantautor- tiene que tener un compromiso porque es un vocero de la gente que no tiene voz arriba de un escenario. Nosotros tenemos que estar atentos a los sucesos del país y esto que le pasa a ustedes sucede en otros medios del estado y privados”. Pronto se parará de cara a la gente para tocar temas de su disco Amorío y el tema Traicionero, que compuso durante el menemismo y que hoy siente que vuelve a estar presente.
La noche seguía, a la par de la lucha, con el canto sentido de Fran Canela, la cumbia combativa de Laura, la Duquesa, la participación de El Cabra, el histórico cantante de Las Manos de Filippi, banda que participó del multitudinario festival de Parque Centenario, el domingo 31 de enero, y una murga que se acercó especialmente a cerrar el lunes de carnaval .