Por Claudio Mardones
El Presidente afrontó su primer encuentro oficial con el Papa en un clima de tensión. El religioso lo interrogó sobre la situación de la dirigente social, a la que le había enviado un Rosario de color negro. Tarifas, precios y desempleo también fueron planteadas como preocupaciones de la Santa Sede.
Cuentan alrededor del Papa Francisco que la cita de 22 minutos que tuvo en el Vaticano con el flamante Presidente Mauricio Macri lo devolvió al pasado. A las épocas en que ambos eran vecinos de la Plaza de Mayo. Los días que terminaron el 13 de marzo de 2013: cuando Jorge Mario Bergoglio era arzobispo porteño y debía recibir al entonces alcalde de la capital mediante los aceitados oficios del “obispo” Santiago De Estrada, ex auditor porteño y actual secretario de Culto de la gestión de Cambiemos. El funcionario es tan octogenario como Bergoglio. De hecho, cumplen años el mismo día, con un año de diferencia. La acumulación de años vividos, y el vínculo personal que mantienen ambos por más de medio siglo, no alcanzó para suavizar un desembarco romano que el flamante presidente Macri presentía amargo, y que el nuevo embajador argentino ante la Santa Sede, Rogelio Pfirter, había pronosticado en “más de una hora”.
Nada de eso sucedió. Y los vínculos tampoco sirvieron para aceitar un descongelamiento que el PRO consideraba estratégico, a pesar de la ponzoña que la jefa del ARI, Elisa Carrió, le dedica con persistencia desde que supo que el pontífice (y ex amigo) le mandó un rosario negro a Milagro Sala, presa en Jujuy a partir de una serie de sentencias promovidas por el gobierno local que la Casa Rosada trató de morigerar con una negociación que el periodista de Página 12, Horacio Verbitsky, reveló ayer para demostrar que Macri estaba dispuesto a buscar alguna alternativa con el fin de evitar el reto papal. El gesto del rosario negro para la jujeña (inequívoco en la lógica bergogliana de los gestos grandilocuentes) no sólo sacó de sus casillas a la esquiva socia de Cambiemos. Además confirmó los temores de la Casa Rosada, y de la Cancillería, del impacto internacional para el adusto corte de rostro que Bergoglio quería propinarle a su viejo ex vecino, y también, sin dudas, a Marcos Peña otro histórico destinatario de las broncas eclesiásticas.
La ruta del rosario negro que Milagro Sala ahora atesora en prisión fue continuada en Roma, con una enunciación papal que amargó a Macri, hasta ese momento preparado para afrontar un cachetazo que sólo respondió con silencio. Fuentes del Vaticano, a partir de las menciones de los ceremonieros presentes, y del episcopado argentino, confirmaron que “Bergoglio le preguntó a Macri sobre la prisión de Milagro Sala, de la situación de la pobreza, de los sectores populares, sobre la ola de despidos, sobre la gente que queda afuera por el ajuste, sobre el impacto de las tarifas y los precios”, contó a este diario un estrecho confidente del Papa Francisco que reside en Buenos Aires y que es, posiblemente, uno de los principales termómetros con sotana que tiene Bergoglio en el centro de la Catedral Metropolitana: el mismo lugar donde el actual Papa cuestionaba la “soberbia y el desdén que le propinaba a Macri cuando lo traicionó por la unión civil”.
Por fuera de esas inquinas, Macri eligió un menú de acompañantes que quedaron atragantados en el paladar del pontífice porteño, como el gobernador Alfredo Cornejo (Mendoza), Juan Mauel Urtubey (Salta) y Rosana Bertone (Tierra del Fuego), además del jefe de gabinete Marcos Peña, la canciller Susana Malcorra, Pfirter, Pompeo de Estrada, e Iván Pavlovsky. Todos, y especialmente los gobernadores, pasaron por la segunda línea de cuestionamientos pontificios, a cargo del secretario de Estado Pietro Parolin, que le recordó al mandatario salteño (promovido por un sector de la curia para pelear dentro del PJ) la vidriosa vista gorda con el narcotráfico de un funcionario a su cargo. Así llegó Macri a Roma, “en una trampa que le armó Francisco, con esa premeditación y alevosía con la que transforma sus gestos en un castigo político”, según resumió a este diario un experto conocedor de los entresijos vaticanos, en tiempo real y en clave argentina.